XVIII

Damas oscuras sofocadas se suspenden de los alientos fétidos de un algarrobo
Se enroscan en las ramas de rabia y se mecen de sus cabellos podridos
Cuando el extranjero cruza aquellas tierras de bosques de  agudos silbidos
Ellas abren sus ojos ámbar y sus bocas sangrientas y besan
ya no los labios sino el espíritu de los cansados
acosados por una suerte que siempre les será adversa.

No hay comentarios: