Preguntando XIV

Los cuentos y los mitos también pertenecen al vasto territorio simbólico. En nuestra era las historias son visibles y sonoras. Hay cuentos, como hay películas, que se cuelan dentro de nuestras venas y llegan a nuestro corazón. Algunas nos afectan más que otras y puede que incluso la misma historia contada en diferentes momentos de nuestra vida nos provoque un eco interior distinto. Eso precisamente era lo que Papus defendía.

Gerard Anaclet Vincent Encause, más conocido por su seudónimo de Papus, fue un famoso ocultista que impulsó definitivamente el renacimiento del esoterismo a partir de 1885.

Cuando Papus publicó “El tarot de los bohemios” allá por el 1889 defendió que no le intimidaba dar a conocer secretos del esoterismo pues...
“... es lo propio de los estudios de verdadera ciencia oculta poder ser libremente expuestos ante todos. Como parábolas, tan apreciadas por los antiguos, a muchos parecen no ser más que la expresión de los vuelos de una imaginación algo atrevida; por eso nunca hay que temer hablar demasiado abiertamente: el Verbo no llegará más que a los que tenga que llegarles.”

¡Toda una revolución en su tiempo! Lo que un ocultista de antes y después, de entonces y de ahora no suele hacer es desvelar secretos herméticos. ¡Ni los grandes chef revelan sus secretos de cocina tampoco! El origen de tanto secretismo se deba a una larga tradición que servía para protegerse de la Iglesia y las hogueras, de las persecuciones y las amenazas. Los tiempos cambian, de acuerdo, pero siempre hace falta un valiente que sea capaz de reconocerlo y dar un paso adelante exponiéndose. Ése fue Papus. No fue el primero en publicar libros sobre el tarot, pero sí quien comenzó a escribir y publicar una serie de obras maestras sobre el ocultismo moderno.

Papus, en definitiva, hizo públicos algunos secretos ocultistas bajo la convicción de que quien no está preparado para oír algo ni siquiera se entera de lo que no ha oído. Según él y lo que nos decía en la cita de más arriba, podemos contar una verdad trascendente y si nuestro interlocutor no sabe verlo, ni tan siquiera lo escuchará. ¿Y a quién no le ha pasado algo similar?

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