Relóticos: cuentos pequeños para gente grande III

Porque un diablillo tentó a San Valentín...
 

En ti yazgo

En la sala el silencio se hizo solemne.

- Una rueda que gira sin que parezca que podamos controlarla. Entonces no hay final. La rueda gira y gira. Mientras, vamos tejiendo nuestra propia historia sin darnos cuenta -continuaba diciéndome él cuando apoyaba mis hombros sobre la ruleta en murmullos.

Aún quedaban unos minutos para que comenzara a lanzar sus cuchillos mientras la rueda girara imparable y yo en ella. A su vez le susurré:

- Lléname de ti para hacerme más hermosa.

Se separó unos pasos, me tomó con su mirada y volvió a acercarse para ceñirme las hebillas.

En los brazos, sobre mis pechos, en la cintura, en mis caderas; en mi sexo, un escondido beso; en mis piernas, su aliento. Acabó y aseguró frente al público la fijeza de cada una de las hebillas de suave cuero. Me miró a los ojos con sus ojos de fundido en negro.
Se colocó en el centro del escenario, de espaldas a mí. Yo sabía sus movimientos de memoria y si se desvanecía alguno, lo auscultaba como un venado inerte. 

Llegaba el primer cuchillo a mi mejilla que ardía. Llegaba el primer cuchillo y el primero de los jadeos, y la hoja de plata fresca en mi cara. Luego me iba moldeando y el metal rozaba mi piel, yo entendía las cuchillas heladas con respiraciones interrumpidas. De pronto sonaron para mí los ecos de los aplausos.

Se acercó. Se puso encima mío. Tomó la ruleta con ambas manos, sentía sus muñecas gélidas sobre las yemas de mis dedos. Estaba tan ceñido a mí que podía percibir su miembro sobre mi sexo. Nada dijo ahora. Rodó la ruleta. El frío glacial de los cuchillos pellizcaba cada milímetro de mi piel. Una vez más los aplausos sordos sonaron.
Volvió a acercarse. Detuvo la ruleta. Estaba tan cerca que podía notar cómo deseaba penetrarme. Abrí los ojos. La sala oscureció. Su mano antártica tomó mi pubis como si le perteneciera. Se encendió un pequeño foco. Él se tapó los ojos. Rodó la rueda. Cada hacha fue infalible. Su voluptuosidad me penetró debajo de mis manos, de mis pies y de mi vulva desnuda.

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