Cuentos del destino 2

Abrir la puerta de la imaginación implica tomar las aguas de una fuente ancestral que existirá a pesar de todo, a pesar del olvido en que muchas veces se verá sometida. Si has soñado alguna vez en tu vida, haga mucho o poco tiempo, significa claramente que la fuente existe también para ti.

Pueden ser sueños hermosos o pesadillas espantosas, la fuente puede manifestarse de ambas maneras. No sé si puedo asegurarte que el camino hacia ella es largo o corto, sólo puedo decirte que sí hay un camino. ¿Te llevará a la felicidad? Eso es lo que en definitiva todos queremos saber, ¿verdad? Pero es una respuesta que está en la misma fuente. Sólo tú, al inclinarte para beber de sus aguas, podrás observar en tu propio reflejo la tan ansiada respuesta.

¿Verdad que estamos rodeados de ciclos compuestos de un día y de una noche? Estar despiertos y soñar hacen igualmente parte de nosotros, tanto como el día y la noche. Yo te invito a recorrer el país de los sueños. Espero que aceptes. No te duermas, para visitar el país de la noche sin perderse hace falta estar muy despiertos.

¿Cuál fue el primer cuento que me contara mi abuela? Fue justamente al nacer. Lo repitió tal como ordenan nuestras ceremonias. A cada año de vida que se sumaba volvería a repetirlo junto con el nuevo cuento anual. Me lo contaba al oído, abrazándome, mejilla contra mejilla. Me sostenía y me contaba el primer cuento. El primero de veintitrés que narraban las historias del héroe ilustradas a su vez en veintidós láminas antiguas que aún, por supuesto, se conservan en nuestra familia. Yo soy la depositaria de una de las dos copias que existen.

Tal como me han contado, sé que la abuela dispuso las veintidós ilustraciones sobre mi cuna para referir la saga más antigua. Aunque apenas tenía unos meses cumplí ceremoniosamente con lo marcado por el ritual, cogí la lámina que nos representa las tres veces requeridas para finalmente dormirme con ella. La profecía seguía misteriosamente cumpliéndose.

Éste era uno de los rituales que señalaban a la elegida, aquella que con apenas unos meses de vida sabía reconocer la carta más sagrada. Para una total seguridad la ceremonia se repite un número femenino de veces, en nuestra familia suele ser el tres. En mi caso la seguridad parecía ser total, una certeza desde una profecía por más anacrónico que parezca.

El primer cuento es el que he escuchado un mínimo de veintitrés veces y al que me he dedicado por completo una vez en cada ciclo de veintitrés años.

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