Grita IV

En su casa se contaba con que estudiara una carrera de provecho. Pero él pensaba en irse por el mundo a viajar un año y luego se pondría a estudiar la carrera. Él lo tenía todo pensado, decía.

Santi era en muchas ocasiones nuestro consejero y lo sigue siendo en cierta manera. Además era el mayor de cuatro hermanos, estaba acostumbrado a cuidar de los demás. Viendo las cosas con perspectiva creo que fue él quien nos reunió a los cuatro, casi como si nos hubiera elegido. Yo vivía en su mismo edificio y más de una vez coincidíamos en el portal. Además su madre y la mía trabajaban en la misma peluquería, con la diferencia de que la suya era la dueña.

 Según mi madre la de Santi tenía un carácter difícil y era un poco sargentona, pero siempre la disculpaba porque se había quedado viuda cuando el cuarto, Jaime, apenas tenía unos meses. El padre de Santi había muerto en un accidente, yo por entonces no me relacionaba mucho con él, más bien nada, creo que la primera vez que lo vi fue por esa época, todos sabíamos en el barrio que se había quedado huérfano y además yo iba a la misma clase que su hermano Rafael, el que le seguía, pero éramos muy pequeños, apenas teníamos cinco años.

 Santi se llamaba como su padre y le ha hecho de padre a sus hermanos Rafael, Juan y Jaime. Una vez me contó que en su casa se había establecido que cada uno a partir de los siete años le tocaba preparar la cena para los demás y que antes de esa edad tenías otros privilegios. Cada tarea estaba escrita en una pizarra que su madre había colocado en la cocina. Estaba dividida a cuadros, las tareas en la fila de arriba y los nombres en una columna a la izquierda, así que cada vez que cumplías con tu tarea ponías una cruz en tu recuadro, era como jugar a los barquitos, me había comentado él mismo. 

Y a los siete se empezaba a preparar la cena una vez a la semana, a los ocho años, dos ya sí sucesivamente. Los turnos se respetaban religiosamente ya medida que los hermanos iban creciendo a él le había quedado más tiempo para otras cosas. Me contó que aún se acordaba muy bien de su primera cena, de la primera vez que le había tocado. Como no tenía ni idea, había preparado unos bocadillos de jamón, queso y atún, porque en su casa siempre había frascos de atún que le mandaba una tía que trabajaba en una fábrica conservera.  

Sí, Santi fue quien tuvo la idea de todo, lo demás fue esperar que la suerte nos acompañara, de eso se encargaba Manoli. Pablo siempre ha sido el rastreador, él lo encuentra todo, es verdad. ¿Necesitas un sofá? Pablo te avisa a los dos días que ha visto uno que no está del todo mal en la calle tal o cual. Normalmente me llama a mí, que con eso de que soy el más pequeño y el más fuerte porque hago artes marciales siempre me toca a mí. Pero no me importa, nos lo pasamos muy bien. Con lo del todo pasó igual. 

continuará...

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