Pausa musical con Vainica Doble

Tropezar con la misma piedra y comérsela

Pues sigamos...

Hasta ahora hemos tocado diferentes puntos del mismo tema: tropezar con la misma piedra. Y desde la entrega anterior, hemos empezado a ponernos un poco más prácticos, no solamente tratando el tema sino proponiendo alguna actividad para que todas estas palabras empiecen a tomar sentido. Nada suplanta el hacer, el realizar las cosas. Podemos hablar veinte años sobre algo, pero cuando lo hacemos las consecuencias son mucho más ricas. No es lo mismo sentarse que hablar sobre el sentarse, ¿verdad? Pues a eso vamos. Luego continuaremos charlando...

Así que vamos a hacer nuestra rueda gastronómica para descubrir algunas conexiones. Aquí te propongo un modelo. Tómalo como una pauta y personalízala según tus necesidades. A medida que vayas familiarizándote con estos conceptos y anotando tus conclusiones podrás realizar más modificaciones.

Haz una lista de las personas que han marcado tu vida tanto para bien como para mal. Luego ponte el primero de la lista. Al lado de cada uno vamos a escribir un alimento. Cada persona nos deja o comunica un sabor, una textura, un color. Podemos tener en nuestra vida desde personas calabaza hasta personas azúcar, también están las personas calabaza o las personas pollo o merluza. Todos nos alimentamos de todos, ya lo veremos.

Como veníamos diciendo, primero pon un alimento para ti. Pueden ser dos o tres si te cuesta mucho inclinarte por uno único, lo cual es bastante normal. Luego, al lado de cada persona de tu lista escribe el nombre del alimento que la representa. Una vez que tengas cada persona asociada a un alimento, puedes ir a comprarlos. No es lo mismo si se escribe todo, pues no. Hay que hacerlo para verlo, te lo aseguro. ¡Ah! ¿Cuántas personas escribimos en nuestra lista? Bueno, puedes escribir todas las que quieras. Luego concéntrate en seis, es más fácil hacer este ejercicio con seis nombres de seis personas que han determinado tu vida. Podrás repetirlo luego con otras seis. Pero si quieres hacerlo con muchas, personalmente creo que es más fácil con un total máximo de diez en cada vez.

Vamos a suponer que has vuelto de la compra y que ya tienes todo lo que necesitas. Primero vamos a dibujar una especie de mapa. Dibuja un círculo sobre una hoja de papel. En el centro escribe el nombre del alimento que te representa a ti, bueno, el alimento o los tres que hayas elegido. Marca las doce horas en el círculo. Simplemente se trata de marcar una posición frente a ti. Y siguiendo el orden de las horas que avanzan vas a ir apuntando el nombre de las personas de la lista por orden de aparición en tu vida. Empiezas por las doce y sigues avanzando, como si tu vida hasta este momento se pudiera contener en 24 horas, simbólicas. Cuando ya hayas escrito todos los nombres, anota al lado el alimento que la representa.

Ahora pasamos a trabajar sobre una superficie, aunque lo mejor es el suelo. Imagina una circunferencia como las del mapa que has dibujado en la hoja de papel. Vas a poner en el centro el alimento que te representa a ti y empezando por el lugar que está frente a ti como si fueran las 12 hs y siguiendo la dirección de unas manecillas de un reloj que avanza, vas a ir poniendo los otros alimentos por orden de aparición de las personas tal y como lo has hecho en tu mapa. Lo que estamos haciendo ahora es simbolizar este mapa con los alimentos que hayas comprado. Colócate en el centro con tu alimento en la mano. Ve dando vueltas sobre ti desde la posición de las doce hasta dar con un alimento con el cual encuentras la relación. Sea la que sea. Es un trabajo que es a la vez emocional, racional e intuitivo, así que no todas las respuestas han de atender a la lógica científica.

Las conexiones que encuentres te pertenecen a ti y solamente a ti. Estás en el centro con tu alimento en la mano. Te vas dando la vuelta despacio y mirando los alimentos que están a tu alrededor hasta que de repente interiormente te quieres detener en la manzana, por ejemplo. O la patata o el chorizo o la miel... Ese alimento que ahora tienes enfrente tiene un sabor, una textura, unas propiedades, un recuerdo... ¿Cómo lo unirías al alimento que te representa y que estás sosteniendo entre tus manos? Supongamos que tienes una manzana entre tus manos. Y que te has detenido frente a la miel. Puedes bañar la manzana con la miel, o cubrirla, o mezclarla o cocer la manzana en miel. Simplemente piensa qué puedes hacer, cómo puedes preparar estos dos alimentos. Tal vez prefieras triturar la manzana, hacerla puré y luego añadirle una gotita de miel. Puede que prefieras congelar la manzana triturada y luego cubrirla en miel. Quizás te decidas por cocer la manzana en agua y luego añadirle la miel. Y quizás al final te sepa dulce o poco dulce. Aún no lo sabemos, estamos experimentando y jugando.

Cuando encuentres una relación, ese alimento lo utilizarás para cocinarlo y comerlo junto con el tuyo. La manera en que lo hagas es tuya y te pertenece. No se trata de un concurso de cocina, es un juego en el que asociamos aquello que está fuera, allí en la rueda exterior, con lo nuestro, con el centro de la rueda y descubrimos sus posibles relaciones a modo intuitivo. Todo eso nos dará que pensar y alcanzar una visión integradora.

Otro ejemplo. Pongamos que la persona calabaza y tú que eres calabacín estáis relacionados familiarmente siendo calabaza la madre y tú su vástago. En el plato que cocines tendrán que estar presentes estos ingredientes. Pero si la madre es manzana y tú cebolla, no creas que no han de estar en el mismo plato, que sí, que has de elaborar un platillo con ambos ingredientes. Es precisamente en el realizarlo donde se están profundizando las conexiones entre los dos y donde puedes llegar a más conclusiones que se te escapaban. Si la persona que está representada por ese alimento ya relacionado está viva y cerca, la puedes invitar a degustar ese plato contigo. Si está lejos, te conviene hacer algo que se pueda enviar por correo como unas galletas, unos caramelos y enviarle la mitad, ya que la otra mitad es tuya. Nadie tiene porqué saber cuál es la razón de la comida o el regalo si tú no lo deseas. Si quieres compartirlo puede ser bonito, intenso e íntimo, pero no es necesario. Además, hay personas con las que estamos relacionadas con las que es mejor no verse y eso nos pasa a todos.

Los demás alimentos, los no relacionados, los tendrás que guardar, al menos de momento. Si todo esto te parece complicadísimo, no dejes de hacerlo por ello. Disminuye el tamaño de la rueda y ocúpate de unas tres o seis relaciones a la vez, por ejemplo. Te aseguro que resulta interesante y provechoso. Descubrirás que debajo de lo aparente hay mucho más que aún no se había revelado frente a tus ojos. Integrando así diferentes aspectos, dando luz a nuevas visiones y haciéndonos más completos.

Pero aún hay más, mucho más...

Patípatípatí

Qué lastima que no me puedas escuchar cantar tralalá tralalá
porque te reirías una rato treleré treleré
o a lo mejor me cantarías tú a mí, trilirí trilirí
o a carcajadas los dos troloró troloró
o me dirías: tururú tururú

Qué bien que no me veas bailar patapá patapá
porque la gracia de mis pies es petepé petepé
aunque lo mejor es de puntillas pitipí pitipí
hasta que plof me caigo potopó potopó
y se me rasga el tutú putupú putupú

Así abandono la vida de comediante lalalalalá
y me dedico al flamenco lelelelelelééééé
adiós a los chistes sin desliz lilililiíííí´
olvido la ópera lololololóoóóó
y me compro un bolsito azul lulululúúúúú

Lo mejor es si me dejo caer con mis zapatos en una esquina tacatá tacatá
dedicando veloz versos sin ton ni son en un periquete requeté requeté
llamando a la inspiración con Smirnof piripí piripí
y me hago de oro oooooooooooooooooooooooooo
pa dedicarte todo lo que quieras tú tú tú tú tú tú tú

Siempre pasa algo

Cierra la puerta y las ventanas, que no entren corrientes, nada. Guardemos las flores de las tormentas. Cobijemos los sueños de los errores. Alberguemos los rayos de sol para que mi mirada brille en esplendores. Quiero ser un arca de Noé para que en mí vivan libres los leones mientras las hormigas conversen con las jirafas lejanas y el puercoespín duerma inocente como una mariposa.No me hables de inundaciones ni estertores. Sólo quiero agua para mis elefantes y aire para mis águilas y que me lleven lejos en su mirada aunque no salgamos nunca de esta barca.

Pausa musical con Marisa Monte y Paulinho da Viola

Ciclos, ruedas, piedras y tropiezos

Todos estaremos de acuerdo en que la vida se presenta por ciclos. Los podemos reconocer como vacas flacas y vacas gordas, felicidad o infelicidad, tristeza o alegría, salud o enfermedad. Los llamemos como los llamemos, sabemos que hay periodos y que cambian, incluso a veces parecen que se alternan. Lo único cierto es que todo cambia, la vida es cambiante por excelencia. Y por ello se acerca más a una planta que a una cinta transportadora en una máquina. Desde que nuestras sociedades descubrieron la fabricación en línea nuestra idea sobre la vida ha cambiado bastante. Es un pensamiento generalizado creer que una cosa lleva a la otra en orden, como si cuando nacemos se nos coloca en una cinta y seguimos hasta el final añadiendo piezas. Se supone que quien es más inteligente o perspicaz o lo que sea, conseguirá más piezas. Y así algunos llegan al rolls royce exclusivo, al fiat 600, al golf o a la bicicleta. Pero hay más modelos. Y está el modelo orgánico que nos dibuja como una planta. Personalmente es que el que me parece más cercano a la cótica realidad de la vida plural. Puede que nos toque un terreno abonado, o no, que nos dé el sol o la lluvia. Podemos crecer en diferentes direcciones, enredarnos, quemarnos bajo el sol, secarnos y volver a florecer , pasar por periodos de lluvias y por otros de sequías. Estamos más cerca de una planta que de una línea de fabricación por el simple hecho de estar vivos y formar parte de un mundo orgánico.

Si entonces desde esta mirada la vida es un suceder de ciclos buenos y malos, sean largos o cortos, nuestra capacidad para aceptar cada momento será más fácil, quizás. Si observamos la vida en ciclos, en lo orgánico y en sus cambios, el “no” encierra dentro de él un “sí” que a su vez algún día se transformará en “no” y así sucesivamente. De esta forma el fin, ya no es un corte abrupto muy cercano a un cierto tipo de pérdida, sino que podemos llegar a atisbar un después infinito.

El hecho de tropezar con la misma piedra, entendido desde esta perspectiva que estamos comentando aquí, se convierte en una posibilidad de ir puliendo ciclos. Si cada uno de estos ciclos nos trae al menos una piedra con la que caernos, cada vez que lo hagamos, nos tropezaremos de manera diferente. Eso sí: hay que ver la piedra y la caída, intentar captar el ciclo y comprenderlo. Es algo que solamente se puede hacer después, cuando echamos la mirada hacia atrás. La vida no se comprende por adelantado porque no es una línea de fabricación previsible donde forzosamente después de A viene B.

No se trata de aceptarlo todo pasivamente, sino de saber observar el tiempo preciso y dar lugar a las oportunidades. Tampoco se trata de ser oportunista a todas horas, sino de utilizar nuestra energía cuando la necesitamos. Tropezar con la misma piedra no es el único aspecto de la vida. Hay muchos y variados ángulos vitales.

¿Y qué podemos hacer? Aquí solamente puedo compartir las cosas que me han funcionado a mí. Y no siempre son efectivas al 100%, nunca hay fiabilidad total en nada. El error y el acierto muchas veces conviven mucho más cercanos de lo que nos imaginamos. Lo único que puedo hacer es compartir algunas de las cosas que me han funcionado a mí y a algunas personas que conozco. Prueba si te parece que tiene sentido y anota tus resultados.

Imagina que tienes una rueda de bicicleta, por ejemplo. Y que la puedes colocar sobre una mesa recostada y hacerla gira a la derecha y a la izquierda. En el centro estás tú. Y en la parte exterior de la rueda están tus vivencias. De las vivencias parten radios hacia el centro y de ti también hacia ellos. Todo esto y el girar hacia la derecha y la izquierda es lo que conforma tu vida. Si desde el centro puedes ponerte de pie, simbólicamente hablando, y ver cuanto hay en la rueda exterior, podrás ver también los radios que te unen hacia allí y de allí hacia ti. Lo que proponen las religiones como el Budismo es ver la rueda desde fuera, contigo en el centro – a la vez- y entonces se produce la iluminación y nos vemos libres de lo que en tales religiones se denomina rueda kármica. Entonces lo que primero desaparece es el yo y lo demás porque ya no somos el centro de ese sistema, ya no somos el sol. Es decir: si nos vemos parte integrante de un todo, el yo es solamente una parte de ese todo y ya no lo único. Hay un pequeño detalle… para lograr la iluminación hacen falta entre 20 y 30 años de constante práctica. Los maestros lo saben bien. Y una vez que lo han alcanzado es imperativo no dejar de practicar, lo que sucede es que se hace de manera diferente. Pero los comunes mortales que no ns preparamos para ser maestros budistas, sí que podemos hacer algunas cositas. Empieza por anotar en el día de doy y durante tres días cuántas veces dices o piensas con el “yo” en la boca. Sólo anótalo, nada más. ¿Te atreves?

Toma un papel, una libreta pequeña sería lo mejor porque la puedes llevar contigo. Cada vez que digas “yo” o aunque no lo digas, lo pienses, marca una rayita. Ve marcando rayitas para el día 1, el día 2 y el día 3. Al final cuenta cuántas rayitas hay cada día. Coloca ese número en el centro de tu “rueda” de la vida. Y simplemente recuerda que más allá hay radios y una circunferencia mayor y fuera de tu rueda hay otras, muchas otras, y todo un extenso universo. ¿Es importante ese yo? No, no es esencial. ¿No es importante entonces? Tampoco, tampoco. Es una parte. Lo que pasa es que muchas veces lo identificamos con los radios de la rueda y su circunferencia y el universo y creemos que es lo único que cuenta. Pues, no, no es lo único. Es una parte de toda la historia de nuestro presente. Y a veces la vida lo modifica haciendo que se tropiece con piedras. Y nos caemos. A veces nos hacemos mucho daño y otras, no tanto. Nos caemos en cada ciclo. Y nos levantamos en cada ciclo. Y hay mucho más...

Pasan cosas

A veces se me olvida cómo encender una cerilla, hacer el café o dibujar un pájaro o un caballo. Las cerillas pueden acabar en el café volando. Los fuegos artificiales no echan chispas, no me despierto por las mañanas y aparecen peces en los flancos de mis páginas. Oigo trotes decisivos que no puedo identificar... A veces en mi rescate vienen los bigotes de un gato, erizan mi piel y me recuerdan dónde estoy. No suele ocurrir cada día, pues hasta eso se me olvida.

Olvidarlo todo es un sueño de un vacío lejano que no sabe que es vacío ni añora lo lleno por lejano. Recordar nada es la brisa de un pasado compasivo que no sabe lo que fue y no exige nada ya de un futuro.

A veces se me olvida lo que he soñado y otras, lo que he vivido. Entonces me paso buscando qué quiero, de dónde vengo y esas cosas. Intento encender cerillas para ver el camino. Pruebo saborear una pausa de café. O ya cansada planeo huir sobre un águila o Pegaso. Y se me olvida. Pero aún siento los ronroneos de los gatos cuando me acarician con sus bigotes como si fuera un dulce eco de gotas de lluvia que laten muy despacio y me recuerdan algo que ya no sé nombrar.

Quien canta su piedrecita espanta: Queen



Entre piedras, tropezando...

Hay periodos de la vida en que salimos más, nos sentimos más sociables, hacemos más cosas, conocemos mucha gente, estamos menos tiempo con nosotros mismos a solas. Hay otros periodos en los que sucede todo lo contrario. A nadie debe sorprender si se pasa una época de su vida saliendo sin parar y la otra en casa sin ganas de salir. Y más allá de ello muy generalmente se puede distinguir entre las personas introvertidas y las personas extrovertidas. Nadie es una cosa u otra a lo largo de toda su vida, pero hay una tendencia más fuerte en cada uno de nosotros. Incluso si tienes hijos y escasísimo tiempo para nada más, el extrovertido intentará que los cumpleaños estén llenos de gente y los más introvertidos, lo celebrarán de manera más íntima. Hay personas que se mueven muy bien en las fiestas, en las reuniones, se les da bien la gente y los sucesos del mundo. Cuando están un poco enfermos se encuentran rodeados de gente. No saben estar solos. Hay otro tipo de gente que en las fiestas y con gente se siente perdida, no son asociales, pero les cuesta más. Prefieren las charlas íntimas, las horas de soledad, se sienten más cómodos consigo mismos que con mucha gente. Cuando no están bien, lo único que necesitan es estar solos y no soportan ni le ruido ni la gente. Todos estos son ejemplos para ayudar a ilustrar, nada más, no se trata de un estudio sociológico en el sentido estricto de la palabra.

Nadie responde al cien por cien ni siempre a un tipo de persona u otro, pero sí que hay tendencias. Hay personas que son más para dentro y otras, que son más para fuera. Hasta el más mundano necesita sus momentos de soledad y hasta el más introvertido es simpático y sociable. Sin embargo, suele predominar una forma o la otra. La clave está en que una y otra se sostengan. Es decir, que la persona de vida interior salga al mundo a aplicar, dar aire y zarandear su mundo interno en el exterior. Y que quienes se mueven siempre acompañados, se determinen el practicar consigo mismos momentos de reflexión interior y soledad. Parece simple… pero no lo es. La persona que tiende a dominar el mundo exterior se sentirá amenazada si ha de estar una hora en casa sola y en silencio. Y la persona que tiende a vivir en su interior sentirá lo mismo si debe experimentar en lo exterior. Este intercambio es lo único que sostiene toda la rueda.

A veces lo más exterior de nuestra vida colisiona con lo más interior. Es un choque de titanes. Lo anterior a nosotros mismos, cuestiones que no vemos mucho, van formando un molde. Lo posterior a nosotros, cuestiones que nos condicionan sin que mucho podamos hacer al respecto van, despacito a lo largo de los años, acumulándose. Cuando el mundo exterior y el interior chocan, con nosotros en medio, es cuando nos encontramos en una de esas situaciones de tropezarnos con la misma piedra. Tienen una especie de eco. Nunca tropezamos con la misma piedra de manera literal, si no que se trata de momentos que nos suenan a otros ya vividos. Y como nos encontramos aplastados justo en medio es realmente difícil analizar y ver más allá. Nos sentimos impotentes y rabiosos.

La imagen de la rueda de la vida se plica a tales momentos y no sólo porque gira y gira y tenemos la sensación de que lo hace aleatoriamente, sino porque implica que de nosotros salen los radios de la rueda. Y así nosotros seríamos el centro, nuestros brazos y piernas, los radios, y las circunstancias exteriores serían la circunferencia de esta rueda. El centro interno y el radio externo están muy unidos y dependen el uno del otro para que la rueda exista. No se trata de controlar el exterior ni de controlar el interior. No está todo en nuestras manos. La tarea a realizar no es sencilla. La rueda se atasca en las piedras del camino. ¿Habrá algún caminito sin piedras?

Lo anterior a nosotros, nuestro interior, nos regala unas lentes, unas gafas con las que vemos lo que nos sucede en el exterior. A veces graduamos las lentes y seguimos adelante. Otras veces hacemos cambios en el exterior, y seguimos adelante. Y cuando nos tropezamos con la misma piedra es que hace falta un doble ajuste. ¿Cómo estar en dos partes al mismo tiempo? ¿Dentro y fuera de nosotros mismos?

Canta Imelda May


Cosas que pasan

En la mesilla de noche tengo un par de libros, de dual lectura; unos pendientes perdidos; el móvil descargado, recuerdos de donde vengo y una ballena en un vaso de agua. Ambas confiamos encontrar otros mares, ambas nos encerramos y nos ahogamos, ambas nos cansamos por la falta de espacio y no vemos más salidas... Quizás deberíamos ser pájaros.

Cuando nos despertamos lo primero que vemos es a la otra y a nosotras y entonces soñamos con otros cielos y estrellas, con mariposas y gatos. Yo doy vueltas en la cama y ella, en su vaso. Nos sumergimos en la oscuridad de nuestros ojos cerrados y así nos encontramos en paz desafiando terremotos pasados. Ya no dejamos que nadie nos vea pues suelen juzgarnos otros tantos pájaros enjaulados y ciervos cazados.

Hasta que un día, de repente, suceden terribles tormentas y nos encontramos todos: pájaros, mariposas, ballenas, ciervos, humanos y gatos sin saber nadar en busca de orillas seguras donde afincarnos, pasmados ante las estrellas como si nuestra vida se fuera con ellas.

Pausa musical: Julie London

Tropezar con la misma piedra otra vez

Hay un ingrediente del acontecer humano que suele pasar desapercibido a la cultura de lo racional. Es un ingrediente poderoso, aunque no sea el único y se puede dar por descontado. Hay una parte de la fortuna personal que se nos escapa y permanece en el misterio del universo. Hay una parte de la vida que pertenece a la diosa Fortuna y más allá a la vida, a la música de la vida, a la naturaleza, al universo y al misterio. La rueda de la vida gira y gira. Y para cada persona lo hace a un ritmo distinto y sobre terrenos diferentes. Es inútil compararse unos con otros, tan inservible como comparar dos hierbas del campo o una hierba de la profundidad de los mares y otra de una cueva en una montaña. Cada una crecerá de forma diferente. Somos orgánicos, no partes de una línea de producción donde después de cortar la pieza le sigue el pulido y luego la preparación para el ensamblaje final. No podemos ver con nuestros ojos ni quién sostiene la rueda de la vida ni quien le hace dar vueltas. Ahí reside el misterio de la vida. Mirar el cielo por la noche y contemplar las estrellas puede acercarnos a esa sensación de que hay algo mucho mayor, incontenible, grandioso, eterno, infinito y poderoso que nosotros. Lo mínimo que podemos hacer es respetarlo. La misma sensación la vive quien escala a lo alto de una montaña o quien se adentra en el mar. El gran mar puede tanto provocarnos cierta sensación de miedo como de maravilla. También sienten algo similar quienes tienen la oportunidad de observar el cuerpo humano por dentro. Son reflejos del misterio de la vida inabarcable, profundo.

Hay muchas maneras de relacionarse con el misterio de la vida. La fe ocupa el primer puesto de la lista de los TOP 10. La fe es inmanente e inatrapable. Hay gente que la tiene y gente que no. Parece un don como cantar como los ángeles. Hay gente que se dedica a la contemplación. Hay gente que estudia las ciencias de lo oculto, de los desconocido en un intento por desvelarlo. Pero el misterio de la vida va más allá.

Mientras parece que nos agarramos a la rueda de la vida como una hojita en la tormenta, enganchados a la rueda que no puede hacer más que girar, arriba y abajo sin que la gran mayoría de las veces sepamos realmente ni cómo ni por qué. ¿Es un atentado contra la razón? ¿Bastaría con ser conscientes de todo y analizarlo todo para ganarle el pulso? ¿Acaso la fortuna se basa en cuestiones emocionales, que no tienen nada de natural y que no está en nuestras manos? ¿O todo lo contrario? Ah... ese misterio... hay quien nos contestará que tomando conciencia de cada momento, ya lo tendremos todo en nuestras manos. Hay quien nos instará a que nos esforcemos más, que seamos más positivos, más voluntariosos, más racionales o que expresemos más nuestras emociones. Bueno, pedirse más nunca está de más. Ser cada día mejores es el mejor de los intentos. ¿Pero eso nos da la certeza de no tropezar con la misma piedra una y otra vez? Aún queda mucho por considerar...

Volver a tropezar con la misma piedra

La diosa Fortuna y su corte han sobrevivido a lo largo de los siglos. Pero tropezar con la misma piedra no es cuestión de pura suerte o pura mala suerte. Estaremos de acuerdo que cuando nos encontramos una vez más con aquel error o aquello que nos molesta es algo que puede hacer que nos sintamos doblemente heridos.

Es como si fuéramos los capitanes de un barco. Una vez nos tropezamos con un iceberg. Estudiamos, nos preparamos, calculamos y al cabo de cierto tiempo, de repente, desde cubierta nos damos cuenta que vamos a volver a tropezar con un iceberg otra vez. O quizás nos damos cuenta cuando ya estamos en el bote salvavidas. O cuando estemos ahogándonos con el agua al cuello... Entonces llega aquel segunddo fatal en el que miramos hacia atrás y vemos que estamos en el mismo lugar después de andar mucho y que nuestras esperanzas y nuestras mejores intenciones de haber superado y aprendido sobre una situación, todas nuestras expectativas de haberlo hecho mejor se diluyen. Puede pasar. ¿Por qué? Esto va a exigirnos mucho tiempo y unas cuantas entregas del blog. Comencemos por observar un poco mejor la situación.

Es precisamente en este tipo de circunstancias donde es más necesario aunar razón y emoción. Cuando tropezamos con la misma piedra se impone la emoción, es lo natural y lo que debe suceder si pertenecemos al género humano y no al robótico. ¿Y qué tenemos frente a nosotros? Nos encontramos frente a un momento que descansa sobre el lecho de unas aguas en movimiento, ya contamos con la primera imagen de su inestabilidad. Nuestro camino firme y de tierra se ha convertido en esas aguas indeterminadas sobre las que navegamos. Desde este aspecto la imagen general podría acercarse mucho a la de la pelota de la diosa Fortuna o Tiké que mencionáramos en la entrega anterior. Por una parte nos sentimos presos de accidentes que no podemos controlar; por otra parte nos sentimos completamente inestables además de emocionales. Y aquí hay para todos los gustos: hay quién se creerá inútil, hay quien se sentirá completamente fracasado, hay quien se sentirá perseguido por algún tipo de persona o circunstancia, hay quien culpará a otra persona, hay quien se culpará a sí mismo, etc., etc.. La cuestión es que estamos bastante molestos, atemorizados y queremos darle una patada a la piedra o engullirla.

El transcurrir de la vida y nuestras emociones son la base que sostiene nuestros ciclos. Pero hay más en este cóctel en el que nos encontramos “on the rocks”.

La diosa Fortuna y sus amigas

La diosa Fortuna sirve de inspiración para un asteroide, una marca de cigarrillos en España, una motocileta en Alemania, tres clubes de fútbol- uno en Dusseldorf, otro en Colonia y el tercero en Nueva Zelanda-, una estación de metro en Ciudad de México, dos yates del Rey Juan Carlos de España y tres localidades- en la provincia española de Murcia, en la provincia de San Luis de Argentina y en el estado brasileño de Maranhão. Todos se llaman Fortuna y esperan un destino que se desarrolle bajo los auspicios de esta singular diosa.

En la antigua Grecia era conocida como Tiqué, hija de Océano y Tetis, era una de las hermanas Oceánidas, sobre las que contaré más cosas más adelante.

Tiqué utilizaba una pelota con la que jugaba. dependiendo de dónde y cómo cayera la pelota, pues se veían los humanos más afortunados o menos. A veces la pelota subía alto, muy alto o medianamente alto para caer como un torpedo; otras, caía por accidente, podía perderse gracias a un día de viento. Tiqué podía lanzarla lejos o cerca y no solamente dependía de sus divinos poderes, sino del viento o la humedad, el calor o el frío, el que la pelota cayera peor o se alzara mejor. Está científicamente probado que Tiké no jugaba en la NBA. Y ahora tampoco.

La diosa Fortuna hereda de la griega Tiqué todos sus atributos y características. Y esta idea implica un gran descanso mental. Exacto. Frente a las ideas de hoy en día que reflejan una mayor seguridad en el hecho de que cada uno se fabrica su suerte con éxito, encomendarse al azar nos libera de parte de la carga. Por aquel entonces de la Antigua Grecia y del Imperio Romano, la persona de éxito no podía olvidar que en cualquier momento un revés podía cambiarlo todo, lo cual implicaba una mayor conciencia de lo temporal de cada momento para valorarlo mejor. Si como los griegos fuéramos más conscientes de la fragilidad de la estabilidad, quizás aceptaríamos mejor los cambios en la vida. La idea de lo temporal existe en todas las religiones que conozco. En el budismo Zen se aconseja vivir como si cada instante fuera el último. Lo mismo es válido en el budismo tibetano. En todo el budismo el karma tiene un peso específico importante que incrementa el valor de todas nuestras acciones pues impulsa a que nos mantengamos constantemente alertas ya que cada uno de nuestros movimientos implica consecuencias. El karma es como tirar una piedrecita en un lago de aguas tranquilas, sus ondas nos afectan de manera irreversible tanto en esta como en otras vidas. En el cristianismo reconocemos a un Jesús crucificado y en él, el dolor de la existencia y la constante presencia de la muerte, una metáfora de todo tipo de cambio. Aquí cada cambio se enfrenta desde la responsabilidad que asumimos con el libre albedrío, elegimos por dónde vamos, pero podemos ser perdonados y redimidos. En el hinduismo se hace hincapié en nuestra conexión mental al punto que podemos atraer una suerte u otra, además de contar con el efecto del karma. En las creencias míticas de las religiones afrobrasileñas y afrocubanas casi todo está en manos de los dioses y de los espíritus que nos habitan.

Un famoso o millonario de la Antigua Grecia estaba más preparado para los fracasos que su homónimo en la actualidad. ¿Bill Gates sería más feliz en la Grecia antigua que ahora? La respuesta está reservada a cada uno de nosotros. Así mismo, la persona desafortunada sentía con más fuerza la esperanza de que sus desgracias dieran pie a algo muy diferente una vez que la diosa se apiadara. En la Grecia antigua los famosos de la "telerealidad" quizás serían menos. ¿Será Belén Esteban ejemplo del hacer de la diosa Fortuna griega y sin quererlo despierta en nosotros algo muy antiguo en nuestro inconsciente que nos lleva a imaginar, sin darnos mucha cuenta, de que todos podemos pasar de la desgracia a la galaxia de los famosos en un tris y tener cuanto necesitamos?

Hoy todo se centra en la voluntad y en la fuerza de nuestros deseos, en la positividad a ultranza o en un nuestra capacidad de aprendizaje, con lo cual sea como sea los fracasos y los aciertos se hacen más personales y debemos hacernos cargo de ellos. Desde el siglo XVI, desde el Renacimiento, al menos en occidente somos más responsables de cuanto nos sucede. Entonces fue cuando el hombre se impuso como medida del universo. Yo hago, yo decido, yo pienso y existo, yo construyo mi destino... éstas son ideas que están con nosotros solamente desde hace unos cuatrocientos años.

La diosa Tiké no estaba sola. La acompañaba Némesis. Esta diosa tenía un alto sentido de la justicia humana y se enfurecía cuando alguien obraba de mala fe o sin la compasión debida y ante aquellos que tenían suerte sin merecérsela. En sus motivaciones para su ira cabían tanto los crímenes impunes como los regalos no merecidos y mal agradecidos. Su mejor amiga y quien la acompañaba en muchas ocasiones, aunque no siempre, era Aidos, la diosa de la vergüenza. Como es de suponer la propia Némesis había sufrido una gran desgracia y el responsable se vio libre de las consecuencias. Su personificación moderna es Catwoman o Gatúbela sin lugar a dudas. Ambas han de volverse recelosas si quieren perseguir a los malhechores, sean grandes o pequeños, a aquellos que perjudican a otros o que se toman la justicia en sus manos olvidando que es una cuestión divina y no humana. La felicidad y la infelicidad son terrenos en los que Némesis reina, verificando y controlando los excesos de Fortuna. Es pariente muy cercana de Dike, la justicia, y las Erinias, las furias, quienes se encargaban de antes o después cazar a quienes se escapaban de Némesis con la precisión de un reloj suizo vengador.

La diosa fortuna no ha dejado de caminar por nuestros sueños, hay más sobre ella, muchos secretos aún por desvelar. Esa era la tarea de las Sibilas Vestales que eran las únicas que podían escuchar los susurros de los dioses. Pero aún hay más...


Tropezar con la misma piedra

Hoy tengo esa extraña sensación de estar repitiendo sucesos. Lo mismo una y otra vez. Pero vamos a ver… tonta no soy, ¿será una cuestión de inocencia? ¿Tengo que aprender a no confiar? Porque si hubiera desconfiado más… quizás las cosas serían diferentes ahora. No me gusta el azar, no soy de las que ganan rifas o premios de la lotería. Soy de las personas que tienen que esforzarse mucho por alcanzar un objetivo. Conozco gente con suerte. Buscan un piso, dan al poco con él. Buscan trabajo, no les hace falta pasar por más las entrevistas habituales. Necesitan un vestido barato para una determinada ocasión, aparece la oferta enfrente de sus narices. A este tipo de gente los problemas les vienen con la solución incorporada. A mí, no. Y por eso lucho, lucho mucho. Así que la Fortuna es mi diosa esquiva y cree que aprenderé más en las situaciones desafortunadas, a las que saco brillo y me quedo con aquello que he aprendido. Pero me gustaría, sobretodo, no pasar por las mismas dificultades imprevistas en más de una ocasión. Cansa.

Los humanos necesitamos dar con las causas. Pero no siempre existen o no siempre son visibles. El caos existe, no todo es orden y linealidad. En el caso de que todo tuviera una causa, cada cambio en la vida, entonces, tiene un origen, una causa, una necesidad y una resolución específica que se aplica en cada caso humano de manera única. Se nos recuerda que podemos elegir. Y también que los cambios, más allá de las características que determinan a cada uno de ellos pueden tener lugar de dos formas: mediante las vueltas de la vida o de la fortuna o bien de manera imprevista como un regalo del alma y de los dioses para que evolucionemos más y alcancemos nuestro ser. Quizás nos asusta demasiado mirar al universo profundo, misterioso, desconocido y oscuro. De nuestra necesidad humana de dar con las causas surge toda la idea del karma, de las vidas pasadas o de cierta racionalidad. No dudo que algunas cosas sí tienen un origen. ¿Pero todo, todo? Habrá que preguntarle a la diosa fortuna... ¿Qué sabemos de ella?

Hola de nuevo!

Ha pasado mucho tiempo...

Acabo de ver mi última entrada. ¿Un año? Pues sí. Ha sido y continua siendo un tiempo de reflexión. Me han pasado muchas cosas, y no precisamente fáciles, a todos los niveles. Y claro... la inspiración se fue por alguna alcantarilla.
Me he mudado, además, hace poquito. Acabo de llegar a La Alpujarra. Y aquí espero, con calma, que descanse mi alma.
He dejado de escribir y justo salió mi último libro. Es de hace un par o tres de años, pero estuvo detenido por la crisis. El sector editorial español es altamente conservardor y más con los tiempos que corren.

Aquí está para que lo veáis y paséis página a página: pinchad aquí si os interesa

Lo de escribir no es solamente cuestión de inspiración, la verdad. Simplemente se trata de algo muy básico: ¿A quién le sirven mis libros? y luego me pregunto que quién soy yo para contar una serie de cosas si respuestas... soy la que menos tiene. Hace tiempo que sé que mis libros salen de las preguntas que me hago. Generalmente soy muy cuidadosa en afirmar en los libros lo que sea porque me aterroriza influenciar a nadie de manera tajante. Si puedo lograr que alguien reflexiones o se haga preguntas, bien. Pero si no es así... mal, muy mal. De momento he pensado en escribir para mí, sin más. Es muy posible que lo haga aquí y de manera más desnuda que antes. Ahora mismo no lo sé. Besos.


Año nuevo, vida nueva.
Libro nuevo, blog nuevo.

Los cuentos del destino 36

Puedes preguntarle al Emperador cómo nombrar las situaciones, pues los nombres dan forma a la realidad y es precisamente eso lo que hace el Emperador de nuestro cuento y el de la carta del Tarot. No olvidemos, sin embargo, que hay más que el nombre de las cosas y es la experiencia de ellas mismas. 

Nombrar es un acto también creativo porque no es suficiente con pensar, analizar. Para hallar el nombre correcto, la palabra que define, será necesario sentir, conectarnos con nuestra parte intuitiva y con nuestras experiencias. El Emperador y la Emperatriz van unidos. Se trata de un orden amoroso, de un nombrar amoroso. El Emperador se ocupa de poner las cosas en su sitio. Con amor. 

Puede suceder que aceptemos  la categorización, algunas estructuras, algunas normas y leyes sin pensarlas, sin digerirlas, y que en lugar de estabilizarnos, nos anquilosen, nos bloqueen. Hay momentos de excepción en los que los “así se ha hecho siempre” no nos sirvan de gran ayuda. ¿Qué le pasará, por ejemplo, a aquel niño al que insistentemente le advertían sobre los extraños cuando crezca y tenga que marcharse a un país extranjero o le toque trabajar con personas de otras culturas? 

El significado está más allá de algunas normas, somos nosotros los que digeriremos las estructuras para cerciorarnos de su utilidad. Los tiempos cambian, las normas también, no todas, algunas se recuperan, otras se modifican, otras siguen perennes.  En un Universo donde todo cambia, nada descansa y todo se mueve se hace necesario revisar los conceptos para descubrir su significado íntimo, su esencia. Eso fue lo que le sucedió a la protagonista del siguiente cuento.

 

Los cuentos del destino 35

Relájate y haz algún pequeño ejercicio de respiración, luego empieza a llamar a las personas que han existido o existen en tu vida, salúdalas y despídete, nombra a cada una de ellas. Nombra tus momentos de felicidad y de tristeza, de miedo y rabia. Simplemente nómbralos, no tienes que hacer nada más. 

No se trata ni de intentar ser positivos ni tampoco de ser negativos, se trata de nombrar.  Tal como señala la gran poeta Alejandra Pizarnik la palabra puede sanar, no porque nos enfurezcamos el mar dejará de existir, ni el mundo tampoco, “...por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.”  

Nombrar es hacer nacer mundos y cantarles, reconocerlos. No por guardarlos en el baúl del silencio forzado dejarán de existir, de esa manera somos nosotros quienes creemos que dejan de existir, es una ilusión bastante fútil. Tanto empeño en acallarlos forzará a que nos asustemos aún más cuando abramos los ojos y nos veamos sorprendidos de ciertas existencias ignotas. Por eso es importante empezar por nombrarlos. Nombrar un fantasma con el debido respeto es invitarle a la luz y apartarlos un poco de la oscuridad, que es el único lugar desde donde pueden asustarnos. No es posible nombrarlo todo porque así lo decidamos, los fantasmas necesitan su tiempo, tanto o más como nosotros.

Los cuentos del destino 34

Este nuevo orden es justamente lo que logramos cuando reconciliamos dos aspectos opuestos internos a partir del encuentro de nuestras partes consciente e inconsciente. Toda la civilización y la cultura nacen en dicho momento también. El Emperador nos ayudará a tomar conciencia de nuestras responsabilidades, a ordenar nuestro jardín para que todas las plantas reciban el cuidado que se merecen, incluso a saber que si quieres tomarte un té, antes es necesario calentar el agua. El orden no significa abrir el paraguas antes de que llueva, sino hacerlo, acaso, después.

Una de las tantas maneras de obtener la ayuda del Emperador consiste en poner nombre a cuanto nos rodea tanto en nuestro mundo exterior como en el interior. Entra en tu cocina, por ejemplo,  y nombra cada una de las cosas que hay allí sin dejarte la más insignificante de ellas. 

Los cuentos del destino 33

Finalmente cuando llegó el año del cuento del Emperador, en casa empezaron a enseñarme a escribir y a leer. También tenía que cuidar mis cosas, mis juguetes y mis libros. Se empezó a establecer un cierto orden, nada dramático ni excesivo para una niña de cinco años (aunque no siempre tuviera yo ganas de ordenar mis juguetes). También empecé a ayudar en la cocina. A mí me encantaba cuando hacíamos pasteles porque a cambio de mis servicios podía lamer el fondo de la fuente y la cuchara de palo. Llegó así mismo la hora de poner los cubiertos en la mesa o los platos... Claro, no siempre me parecía divertido.

La palabra “orden” comenzó a vivir en mi pequeño universo. Y sólo cuando la hubiera comprendido me empezarían a revelar algunas recetas secretas. En los años venideros hubo una época en que me dio por seguir los rituales a pies juntillas y cuando mis tías, mi abuela o mi madre realizaban el mínimo cambio, me enfadaba como una mula, me volvía terca, rígida. 

No fue fácil acostumbrarse a la fase “orden”, no. A veces era excesivamente ordenada y otras, completamente caótica. Iba de un extremo a otro sin entender cómo me pasaba aquello y me enfadaba, bastante. Creo que tardé unos años en aceptar las diferentes estructuras de la realidad de manera consciente y creativa a la vez. 

El reino del Emperador, efectivamente, hay que ganárselo. Lo mismo me pasó cuando empecé a vivir sola, lo cual en nuestra familia sucedía al cumplir los 18 años. Pero es un ritmo que se acaba encontrando, antes o después. Puedes pasarte épocas en las que comes cuando te da la gana y otras en las que tus actividades te requerirán un horario. Ése es el orden del Emperador, una sistematización, una ubicación tan natural como los cuatro puntos cardinales, las cuatro estaciones, la cuatro fases de la luna o los cuatro ingredientes de la alquimia que por aquel lejano entonces comencé a conocer: sal, azufre, mercurio y ázoe

Los cuentos del destino 32

El mundo que heredamos de la Emperatriz es como un gran jardín, es hermoso, lleno de vida, flores, pájaros exóticos, colores, en un constante embarazo. Luego llega el Emperador con su orden, con las palabras, con todo un sistema de valores. Eso es lo que relata el cuento. El orden del Emperador no es de cualquier tipo. 

En realidad esta pareja de Grandes Reyes que son la Emperatriz y el Emperador se complementan como dos socios de una gran empresa en la que uno se dedica a la creación y procreación de los proyectos e ideas y el otro se ocupa de que todas esas maravillosas ideas se conviertan en algo concreto. Son muy diferentes el uno del otro, pero no olvidemos que se complementan. 

A veces se encuentran Emperadores como los del cuento antes de que la estrella intervenga. Podemos en alguna ocasión  de nuestras vidas adoptar ese tipo de actitudes frente a la necesidad de organización hasta que conectamos con nuestra estrella y surge el nuevo orden a partir de algo que siempre había estado allí de alguna manera, tal como acontece en el relato. Un orden pacífico y que dé lugar a un gran desarrollo no es algo instantáneo ni sencillo. Las etapas por las que podemos pasar son las mismas que se cuentan aquí con todos aquellos  pretendientes al trono. ¿Pero quién pondría en orden aquel reino manteniendo su alegría y su espontaneidad? ¿Tú podrías hacerlo? ¿Cómo?

Con C de crisis

Aparece este artículo de Margarita Rivière en El País reflexionando sobre lo que a todos nos da vueltas en la cabeza: la crisis, la recesión. Todos intentando entender para aceptar, para darle la vuelta y sacarle el jugo a este amargo fruto del capitalismo. No suelo leer a esta periodista, pero dado que yo también he visto como una parte de mi trabajo ha desaparecido, busco alternativas y cosas que me alimenten de alguna manera, así el tránsito se hace menos pesado. Ahí va esta interesante aportación.

Venir a menos
MARGARITA RIVIÈRE


Con la ampliación de la zona verde barcelonesa, al menos en mi barrio -llamado ahora con el feo indicativo de zona 13, es decir, Sants- están desapareciendo los coches. ¿Exagero? Es cierto que hay menos coches aparcados y circulando. Todo un cambio: el espacio parece haber crecido, igual que el silencio; se diría que se respira mejor si no fuera porque se entrevé la montaña del Tibidabo cubierta de opaco smog. El pensamiento vuela hacia una Barcelona antigua en la que los niños jugaban en la calle: ¿será posible tal milagro? Ahí van chavales corriendo junto a un perro. Ahora un coche recuerda que acabamos la primera década del siglo XXI. O sea, que el pasado, aquí mismo, no pinta nada.

El caso es que el presente barcelonés está cambiando ante nuestros ojos. Los coches también se difuminan en lugares céntricos, el tráfico tantea, incrédulo, cierta fluidez (si no llueve o es primero de mes), los parkings no cuelgan el completo y las colas de taxis vacíos confirman un parón en el antiguo frenesí. Hasta el Tourist Bus parece más un decorado anómalo que un estorbo. ¿Demasiado optimismo? ¿Un problema de dioptrías?

No he encontrado datos sobre lo que los burócratas llaman disminución de la movilidad,pero nos cuentan, día tras día, la aparatosa caída de ventas de coches nuevos, aunque nuestros viejos cómplices de cuatro ruedas no desaparecen así como así: ¿dónde están? ¿Serán pura chatarra? Todo el mundo tendrá su propia experiencia sobre el fenómeno de la expansión del vacío en la ciudad. Un vacío paulatino, más periférico que central, más en la vida corriente que en el meollo de la cosa barcelonesa, donde el exorcismo contra el vacío parece ser el cartel de saldos y precios mínimos. Aun así, se diría que hay menos gente moviéndose por la ciudad, ¿dónde se habrán metido?

Plantearse estas cosas a partir de una actuación burocrática como la ampliación de la zona verde del barrio puede llevar a la conclusión -errónea- de que toda la ciudad es pacífica zona verde por decisión del alcalde. Lo cierto, que los munícipes canten misa, es que el vacío realmente existente -de coches y de ciudadanos- en el paisaje urbano se debe a que éste no es un invierno como otros. Han pasado cosas, la sensación de venir a menos se ha aliado al supuesto éxito de la zona verde, la lucha contra la contaminación y el espejismo de la ampliación del escaso espacio urbano. Que Barcelona parezca más grande es el paradójico efecto del venir a menos.

¿Tendrá la manoseada crisis su lado bueno? ¿Qué ha sido de tanto coche y del rebaño urbanita? Quienes recordamos la inquietante película La hora final (Stanley Kramer, 1959) nos estremecemos al imaginar a Gregory Peck y Ava Gardner ante el asfalto desértico. Todavía no es el caso: se sabe que la gente -¿lee más?- compra más libros y que los cines se llenan. Una nueva macrolibrería, llamada Bertrand, de genealogía portuguesa-alemana, recién inaugurada en plena Rambla de Catalunya, parece confirmar el rebrote. 

Efectivamente, libros y cine son aún el ocio más barato, por ejemplo las conferencias aquelarre como el ciclo organizado por Editorial Icaria sobreAlternativas ciudadanas a las crisis globales: una guía práctica para aprender a venir a menos con dignidad. ¡Adiós nuevos ricos! Llega con sigilo un estilo de vida distinto.

La cultura es la marca blanca de la crisis. Acaso por razones de peso: para el 57,2% de los catalanes, según el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión, el gran problema es el paro (y el 48% cree que ningún partido es capaz de dar respuesta a esa creciente realidad). Todo el mundo es testigo del mucho tiempo libre del que disponen los desempleados y los subempleados que nadie contabiliza. Eso podría explicar hasta el auge de Facebook, que ha pasado en un año en España de 25.000 a 300.000 usuarios. Que la gente tenga tiempo apuntala también la basura tecnológica: el negocio de la intimidad, como lo ha llamado Mark Zukerberg (24 años), el dueño de este portal valorado en 15.000 millones de dólares, una muestra de lo que ha dado de sí el mundo antes del cambio austero y realista que se vislumbra.

La crisis cambia costumbres: algunas empiezan a ser visibles. Llegarán otras cuando la gente se dé el lujo de reflexionar sobre "quién sabe hacer las cosas y cómo hacerlas". Así describe el sociólogo Richard Sennet a El artesano (Anagrama), su último y recomendable ensayo, en el que vuelve la vista a una pragmática realidad material, hecha con sentido y con el aprendizaje directo a través de las propias manos. Las manos como fuente de conocimiento: un saber antitecnológico redescubierto. Sennett pone epitafio a la soberbia fantasiosa de la virtualidad y avanza lo que hay que reaprender de inmediato. Venir a menos, sugiere, puede ser una oportunidad: menos es más. O Mejor con menos (Crítica), como dice el sociólogo barcelonés Joaquim Sempere, certero observador de las necesidades humanas reales.


Y aquí, el enlace al mismo artículo en El País

Los cuentos del destino 31



Le enviaron un ángel que le comunicara el acertijo. Si Juan contestaba, el celestial emisario debía regresar inmediatamente con la respuesta. Juan lo escuchó con suma atención. Luego se retiró a contemplar sus tierras, sus animales, su casa y su familia. No tardó mucho en contestar:

-          Sí, está claro.  Y le susurró al ángel su respuesta.


El cielo se regocijó y aquel reino antes sin rey, también. El emperador Juan (tal como se le cita en algunas crónicas antiguas) les protegió de las invasiones, creó caminos, supervisó la organización de los terrenos así como la de los almacenes, los días de mercado y los de fiestas, inspeccionó la urbanización y la construcción de escuelas, hospitales y, por supuesto, de los teatros. Supo rodearse de buenos y sabios consejeros, dictó leyes y veló por el bienestar, también pidió perdón cada vez que se equivocaba e intentó no repetirlos.

En su escudo brilló siempre un águila y el emblema de la familia fue un carnero con un rubí rojo con la leyenda “Busca la sabiduría de la belleza, nombra a todos los seres, jefe entre los poderosos del Orden y sus cuatro manifestaciones”, el mismo que había en el frontispicio de su casa, que no había abandonado y que él había construido con sus propias manos.

Gobernó con uso de la razón, del sentimiento, la percepción y la intuición. En su reino se cobijaron los hombres simples junto a los mejores poetas y artistas. 

Imagen: carta IV, El Emperador, Tarot Dalí

Los cuentos del destino 30


Quien una vez más dio con una solución fue la pequeña estrellita. ¡Juan, el labrador! ¡Juan, el labrador!

Juan, sí, era un buen labrador. Juan trabajaba duro y siempre se aseguraba de que sus planes estuvieran bien formulados, no tomaba difíciles resoluciones sin antes sopesar los pros y los contras; se arriesgaba, probaba y había aprendido de sus muchos errores. Siempre había sido muy luchador y gracias a ello había convertido uno de los terrenos más yermos en el más fructífero de todos. 

En sus tierras las plantas parecían más felices. Sus animales estaban robustos y gozaban de buena salud. Su familia no había pasado hambre ya que él, atento al cielo, sabía prever y organizarse en los años de buenas y malas cosechas. Cada miembro de su extensa casa realizaba sus tareas con tiempo suficiente para dedicarse a las fiestas y a las artes o al ocio. Sus jardines eran armoniosos, sus flores bellas y perfumadas. Las bestias salvajes de otros campos sabían que allí no serían bien recibidas y no osaban entrar o se retiraban en estampida. Las tierras de Juan estaban bien cuidadas y protegidas al igual que los suyos. 

Imagen: carta IV, El Emperador, Tarot Gaian

Con c de crisis: ¿existe el alma?

Shelly Kagan es profesor de filosofía en Yale y lleva muchos años investigando sobre las conclusiones de los filósofos sobre la muerte y sobre lo que creemos que merecemos en esta vida. La siguiente es la tercera de sus charlas sobre todo cuanto está relacionado con la idea de muerte: alma, cuerpo, enfermedad, suicidio, identidad, personalidad, el valor de la vida, etc, etc. Aquí abajo, una muestra y más en Academic Earth

Aquí nos explica los argumentos que se han dado a lo largo de la historia del pensamiento occidental sobre la existencia del alma.

Con C de crisis: respuestas al sufrimiento en los textos de sabiduría

Christine Hayes es una especialista en religiones judaicas y católicas, teóloga que nos cuenta las respuestas que dan los textos sagrados para el sufrimiento. Más en Academic Earth

Con C de crisis: una clase de Peter Salovey sobre el amor

El profesor Peter Salovey, el creador del concepto de inteligencia emocional, diserta sobre el amor desde las visiones de las diferentes teorías psicológicas. Hay mucho más en Academic Earth



Con C de crisis: Academic Earth

¿Te gusta estudiar? ¿Te gusta aprender? ¿Buscas inspiración? ¿Necesitas saciar tu curiosidad? Pero no tienes dinero para hacer esos maravillosos cursos ni tiempo para dedicarte a ir a clases. ¿Y sin embargo te gustaría asistir a una clase, por ejemplo, de Yale  o Harvard o Princeton o Stanford o del MIT? Lo primero: hay que saber inglés. Y pensarás que es el primero de muchos escollos o requisitos. 
Pues no, es el único requisito. 
En los países donde la información que circula implica un valor añadido, hay muchas maneras de acceder a ella. Nada que ver con nuestros países de larga tradición hispánica donde la información sólo circula por intereses y ni a patadas. Pues por aquellas otras tierras han creado la Academic Earth. Es como un youtube de clases magistrales de todas las universidades mencionadas más arriba que se han asociado para que el conocimiento y la información siga su camino libre. Es como si aquí en España la Universidad de Deusto, Iese, Esade y alguna más que se me escapa publicara sus clases en la red. ¡Imposible ni tan siquiera imaginarlo!

Te encontrarás la lista de profersores, de temas y de grupo de conferencias bajo títulos tan sugerentes como Entender la crisis financiera, El amor está en el aire, Arriesgar y aprender de los fracasos, Las guerras en la historia, Vivir bien, Construir una empresa con gente genial, etc. 

Los temas, en riguroso orden alfabético,  sobre los que encontrarás clases son:





Purcell + Kubrick



Una versión más sobre el tema de antes en la primera entrada de Purcell: Music for the Funeral of Queen Mary

Y Telemann...

¿Por qué escribo?

Esta entrada es larga, lo siento. Me ha sido imposible partirla. Quiero contarme porqué escribo. ¿Es así para otros?

Es una voluntad. Ocurre desde dentro. El movimiento puede pasar muchas veces, imperceptible. Tiene la misma fuerza de un paso adelante. Me pongo de pie. Espero. Espero... y nada. Porque si hay determinación, se esconderá. Es un tímido movimiento. Tiene la misma fuerza de los tímidos. De los débiles. Es una fuerza antigua y sumamente delicada. La misma de las montañas. Es una fuerza que respira silenciosamente la eternidad. Yo sigo de pie. Quizás respire. Al menos, eso supongo, sino no podría estar escribiendo aquí estas líneas ahora mismo. Concluyamos entonces que estoy de pie y respiro. Todo mi peso descansa sobre la tierra. Todo mi cuerpo. Mis pestañas y mis muslos se apoyan sobre la tierra. Entonces soy un árbol y un monolito. Soy un hierbajo, un grano de trigo. Soy un pez y un toro obstinado. Este movimiento es tendencioso, testarudo, tímido. Mientras me trueco en formas, el ritmo se instala inquieto en alguna parte de mí.

No hay calma. Es la tensión de los volcanes antes de vomitar su lava candente. Es la tensión del asesino, apenas unos segundos antes de cometer el crimen. Es el mismo movimiento que lleva hacia la vida o la muerte. Estoy viva gracias a muchas muertes. Cada vez que un personaje toma vida en una hoja incluso me da su sangre en tinta que circula. Cada vez muere dentro de mí para vivir fuera de mí. No es un asesinato convenido. Es una fuerza mayor como en cualquier asesinato. Si no mueren, agonizarán en mí. No hay escapatoria. Yo sigo de pie, respirando, esperando. Nada digo, ni tan siquiera murmuro. Puede suceder en cualquier lugar. Me veo obligada a estar en el sitio más adecuado. En casa, en soledad. Si me asalta y no estoy en el sitio adecuado, volverá con más fuerza para vengarse por mi traición, por no haberle esperado lo suficiente. Puede que incluso me postre en la cama para obligarme a esperarle. Yo espero entonces acostada, agotada. Puedo estar por la calle y he de volver a casa corriendo. Su urgencia no perdona. 

Aquí estoy de pie, respirando. Sale el paso hacia delante desde mis entrañas. Desde la boca del estómago. Como un paso, como un vómito. Luego escribo. No sé si habría de poner el verbo en primera persona. Porque en realidad no sé quien escribe. Ni antes, ni después. Mientras, sé que físicamente lo estoy haciendo yo. Yo misma. Me leo, escribo, releo, cambio. Soy yo, o mejor dicho: es mi cuerpo quien lo ejecuta. Antes no tengo conciencia de que sea yo. Después, muchas veces me pregunto quién habrá escrito lo que yo he escrito (es mi letra, es mi sangre). ¿Y esto lo he escrito yo? Y puedo descubrir una pequeña frase que me gusta, quizás incluso, a veces, una imagen. Lo habré hecho yo, deduzco. No había nadie más. Estaba en casa, sola, esperando. Supongo que a muchos asesinos les sucede lo mismo. No sé porqué lo supongo, pero lo creo. Al final, la mayoría de las veces me quedo agotada otra vez. Es un agotamiento diferente. Al final me quedo sin sangre, vacía. Necesito tiempo para recuperarme. Necesito un duelo para acabar de morir.

 Escribir  también es una despedida. No de amigos. No de un enemigo. No de familiares. No de un amante. Si no de un lugar en el que he habitado y en el que viven amigos, enemigos, familiares, conocidos y desconocidos, amantes y un amor. He tardado 20 años en comprenderlo. He necesitado 20 años para respetarlo. Respetarme.  Hasta dicho momento he muerto. He llorado, me he desgarrado. He muerto. He agonizado. He muerto, he dicho.

¿Cómo fueron sucediéndose las fases? No fue que comprendí un día. No fue una luz que se hizo. Fue un desliz hacia otro camino. Caminos hubieron dos. Uno en el que me perdí y otro en el que me encontré. Hubo que aprender a esperar. Fue lo más difícil. Es lo más difícil. Estoy convencida de que cuando sepa esperar, escribiré novelas muy largas. El sentido es fugaz como el desliz. Un relato largo es acompañar la espera del desliz, el ritmo de la fuga. Acompañar un timo. Acompañar la muerte. Caminar a su lado y esperar la conclusión sin apenas intervenir. Pero un día me pareció que todo era escritura. Que así la vida era más soportable. La única forma. Única. La soledad se hizo más necesaria.

Incluso vital.

La soledad que siempre he sentido como si estuviera ajena a todo lo demás, a la vida, pero no a la muerte. Desde otra orilla. Pero no lo entendía. Lloraba desde esta orilla y veía más allá el barco que había partido. Allí, allí estaban felices y yo los veía, desde aquí, lejos. Lejos. Lejos. Repite la palabra “lejos” como un autista. Lejos. Lejos. Tiene un movimiento. Es cadencioso. Es una nana. Lejos me mece la vida. Lejos la veo pasar. Toda una vida sintiendo nostalgia. Y la vida estaba aquí, meciéndome. No lo sabía. Yo miraba a la otra orilla. Allí veía a los humanos. No los entendía porque no los escribía. Pero un día todo se transformó en “escribible”. Podía contar sobre la nana, sobre la nada. Vivir arrancó un sentido. Vivir mató. No el vivir, sino vivir en sí mismo. Porque ver la vida para escribirla da respuesta a los cómo. No siempre. Siempre no hay. Es un segundo, un movimiento que nace del embarazo de muchos años o de muchos segundos. Lo primigenio sólo se perfila con la poesía. Lamentablemente no soy poeta. Sólo veo y escribo, describo. Y veo que me miras. Veo la historia de tu mirada. A veces puede que llegue a intuir la historia de tu mirada. Si no, me la invento. Toda invención es tan verdadero como la verdad en sí misma. Quizás sea la historia de una posesión. Poesía. Poseía. Detener el temblor en la mano, por un segundo. Luego se desliza. Se pierde en un ancho mar.

A los 15 años me prometí que no escribiría jamás. Jamás sería un Borges, ni Cortázar, ni Ciro Alegría, ni Alfonsina Storni, ni Calderón de la Barca. A los 40 leí a Fellini. Me hablaba a mí y escribir ya era un hecho natural. Vital. Leí lo que estaba esperando toda mi vida. Cada vez que me asesino debo recordar a Fellini para volver a la vida. He estado muerta todos estos años. No recuerdo una frase. Sólo sé. Sé que a través de Fellini volví a la vida. Y vuelvo cada vez que regreso a mi muerte. Ya antes había regresado al escribir, pero sin creerlo. Sin fe. Sin amor a la vida. Ahora necesito descansar. Y me quedo quieta. Respirando. Esperando la certeza del impulso del movimiento intentando atraparlo con palabras. 

Henry Purcell

Los cuentos del destino 29


La idea se le ocurrió a una pequeña estrellita que solía lucir justo encima del campanario de la iglesia mayor de aquel reino, no por nada había observado desde tan alta perspectiva hasta cada amanecer, entusiasmada. ¡Un acertijo! ¡Un acertijo! Las demás estrellas, la luna, el sol, los planetas, asteroides y cometas aceptaron entusiasmados. Y las nubes también. Como los ángeles estaban un poco cansados después del trajín de la jornada anterior, fueron las gotas de lluvia las encargadas de hacer llegar las palabras de aquel acertijo a todos los reinos:

 

Cruza las piernas y los brazos

Busca la sabiduría de la belleza

Jefe entre los poderosos

El carnero sensato con el rubí

Es el Padre, buen rey del uno y de los cuatro senderos

 

La lluvia fue generosa. Todos en el cielo y en la tierra recibieron la buena noticia.

Curiosamente, inmediatamente después, en aquel reino todo creció aún más: hubo más plantas, más edificios, más campanas, más flores, más bebés, más cuadros, más y más, más selva y más risas. También, más problemas. Todo se sumó y se multiplicó.

El Cielo se dedicó a esperar paciente a quien resolviera el acertijo. Pasó el tiempo que se fue llenando de actividad. Por el camino muchos abandonaron: las pruebas eran arduas y algunos se cansaron incluso antes de empezar. Otros, a medio camino. Muchos se dedicaron a pensar tanto que no podían hallar la respuesta correcta entre las tantísimas que se les ocurrían. Ciertos se enfadaron por no ser capaces de resolver el acertijo y le culparon de sus fallos, de sus desgracias, aunque luego decidieran firmemente que aquello no debía ser así, pero ni tan siquiera ellos dieron con la respuesta adecuada. Otros se dedicaron a criticar duramente aquel acertijo no logrando respuesta ni tampoco preguntas. 

Dicen que algún rey llegó a esclavizar a sus súbditos para que encontraran la respuesta perfecta y muchos se vieron más presos que antes. Otros lograron que sus reinos se volvieran oscuros y amargos de pura decepción. Algunos se dedicaron a las alquimias más exquisitas sopesando, analizando y cuantificando cada una de las palabras del acertijo; parece que aún continúan enredados en sus conclusiones si bien aquel reino ya está en orden y cada cosa ocupa su lugar con plena y satisfactoria felicidad. Nadie lograba acertar el acertijo.

Imagen: carta IV, El Emperador, Tarot WilliamLi

Los cuentos del destino 28


Las estrellas que les observaban decidieron que había que hacer algo y convocaron una reunión con la Luna y el Sol. Era evidente que allí hacía falta un poco de orden. También acudieron otros planetas, asteroides y cometas. Estaban preocupados, con razón, porque pronto las confusiones llegarían a liar al día con la noche dado que cuanto ocurre en la tierra también afecta al cielo. Evidentemente eso era un desastre que había que evitar. ¡Incluso las nubes estuvieron de acuerdo!


¿Pero quién pondría en orden aquel reino manteniendo su alegría y su espontaneidad? La tarea no era nada fácil. La Corte Celestial envió emisarios por doquier. Aquellos días los ángeles y los querubines tuvieron mucho trabajo entregando mensajes. El aire se llenó de una delicado frufrú de alas y las campanas sonaron más y mejor que nunca.

En muy poco tiempo, algo así como una semana, los pasillos del cielo se llenaron de pretendientes al reino. Se presentaron casi todos los príncipes, reyes, emperadores, reinas, emperatrices, guerreros y guerreras de los cuentos. También enviaron emisarios muchos dioses de oriente y occidente. Los jefes de los hombres más poderosos acudieron con sus deseos de poder. La cola que se formó era casi infinita. Los habitantes del cielo volvieron a reunirse. ¿Cómo podrían elegir entre tantos y tantos y tantos y ...? 


Imagen: carta IV, El Emperador, Tarot Gaudenzi 

Los cuentos del destino 27



IV El Emperador

El acertijo













Y un día el reino empezó a crecer como si le hubieran echado levadura. Se hizo grande y rechoncho tal como les había prometido la Reina Blanca antes de dejarles, no sin tristeza igualmente elevada. Algunos aún recordaban que les había auspiciado que el cielo les protegería. Pues así habría sido, se decían algunos, mientras espiaban cómo las estrellas les observaban. El reino parecía henchirse de noche y crecer de día. ¡Como los panes!, reían unos y otros.

Había ciertos detalles que hubieran desconcertado a los visitantes, sin embargo. En los huertos crecían por igual las flores y las legumbres. Las campanas de las iglesias redoblaban con el viento, que era muy caprichoso y así podían entretenerse en un repique prolongado. Si alguien se hubiera puesto a estudiar los terrenos habría descubierto que había más jardines que huertos, más campanas que iglesias, más teatros y tabernas que casas. Los trovadores siempre que podían se detenían más tiempo allí dada la naturaleza alegre, amante de las artes y amable de los habitantes de aquel reino inigualable. En medio de aquella felicidad pronto surgieron algunos problemas, como los hierbajos, por ejemplo.

Estaban todos y todo muy apretujados, a tal punto que cuando alguien se desperezaba podía (y así era) darle un codazo a una rosa que pinchaba a un tercero que no encontraba la manera de dejar de sangrar. Cuando alguien estornudaba en medio de una función del teatro, lo hacía con tal fuerza que agitaba el aire; y el viento se arremolinaba antojadizo haciendo sonar las campanas, claro. Entonces todos reían, actores y público se olvidaban de la función hasta el día siguiente, ya nadie sabía qué hora era y las compañías que esperaban para actuar se agolpaban en la carretera.

Los pintores pintaban por todas partes, a veces hermosos cuadros aguantaban estoicamente debajo de los cascos de los caballos que al mirar al suelo no sabían dónde detenerse (para ellos las figuras y los humanos eran personas de similar índole). Nadie lograba llegar a dónde realmente quería ir sin dar grandes rodeos utilizando diversos medios. Más de una vez sucedieron malentendidos. Sin embargo, aquella gente reía y seguía disfrutando gracias a la mágica estela dejada por la Reina Blanca.

Imagen: carta IV, El Emperador, Tarot Carlos VI, siglo XV 

¿Leer... por qué?

POCOYO

Os presento a un delicioso amigo mío. No será la primera vez que lo veáis:-)

En español


En italiano


En inglés


En portugués de Portugal


En francés

Los cuentos del destino 26

La abuela  y las niñas se quedaron solas en la vieja casona familiar y no volvieron a saber del abuelo hasta quince años más tarde a través de una carta. El Mago de un pequeño pueblo en la selva amazónica escribió para referirle la muerte de nuestro abuelo. 

Nunca había llegado al desierto puesto que el representante de las Picas Negras había engañado a sus compañeros. El abuelo no se atrevió a volver para no deshonrar la tarea y se retiró a un pueblo perdido en la selva. Él que era un Gran Mago se puso al servicio del Mago del poblado y hasta el momento de su muerte no le desveló su gran secreto. Hizo el bien y fue amado por cada uno de los habitantes de aquella pequeña población y por los de la toda la región que guardaron siete días de luto y su nombre en su memoria.

Las líneas Esmeralda Verde y Picas Negras se separaron completamente y nunca volvieron a mencionarse la una en la casa de la otra. No hasta que se descubrió que el futuro esposo de mi madre (mi padre) estaba emparentado con las Picas Negras.

Por suerte la historia del Emperador era bien distinta.

Los cuentos del destino 25

4

El abuelo había sido un gran Mago que llevaba el bien allí donde residía el mal. Se casó con la abuela siendo él mayor y ella un adolescente de 16 años. Parece ser que él dedicaba más tiempo a la magia que a su mujer. Sin embargo nunca me fue suficientemente explicado el hecho de que ambos fueran los padres de trece féminas. 

El abuelo Mago quería derrotar una de las manifestaciones del mal. Era capaz de hacerlo, así que le fue encomendado dirigirse a tierras lejanas. Cómo él era un mago de la línea de la Esmeralda Verde, debía aliarse con otros dos, uno perteneciente a la línea de la Esmeralda Roja y otro que debía ser de la línea de los Diamantes. Pero esta saga, la de los Diamantes, no  estuvo de acuerdo con esta tarea ya que la consideraban demasiado peligrosa, aún cuando fuera encomendada a una tríada de magos. 

En los oráculos de la familia de los Diamantes  se señalaba el cuatro como número sagrado y no el tres como en las otras dos familias. La discusión era lógica, esto lo descubrimos de casualidad muchos años más tarde. ¡Era tan evidente que nadie lo vio! Las líneas de las Esmeraldas, tanto Verdes como Rojas, estaban formadas básicamente por mujeres; mientras que la de los Diamantes, por hombres. Es decir, en una había un mayor número de mujeres en las diferentes generaciones; mientras que en la otra, la mayoría era de hombres. No se pusieron de acuerdo y ello era imposible. 

El número tres es esencialmente femenino, mientras que el cuatro, masculino. Cada una de las líneas estaba defendiendo su integridad. El número sagrado debería haber sido muy diferente y en efecto lo es, pero por aquel entonces, a principios del siglo XX ninguno de los implicados se dio cuenta de ello. Simplemente porque no conocían a todos y cada uno de los integrantes de cada familia ni de cada línea (una línea son ocho  o diez generaciones completas de una misma familia, depende de cada caso). 

Todos los oráculos señalaban la tarea del abuelo. Él puso toda su fuerza en llevarla a cabo. Sus compañeros pertenecían finalmente uno, a las Esmeraldas rojas y el otro, a las Picas Negras. Así debía ser por la ausencia de los Diamantes, para equilibrar las fuerzas. Bien es sabido que una Pica Negra es una Diamante en bruto. Debían partir al desierto, muy lejos.