Los cuentos del destino 20

Hasta que un día, de casualidad, porque a aquella hora no solíamos estar en casa y porque habíamos hecho pellas, oímos una gran discusión entre nuestra madre y la abuela.  Al principio los gritos no nos llamaron la atención porque nuestra familia era muy ruidosa. Mi hermana Victoria fue la que se empeñó en bajar, aunque yo prefería que cogiéramos lo que habíamos venido a buscar e ir a reunirnos con nuestros amigos que nos estaban esperando. Ella insistía. 

He de señalar  que Victoria es una de las cabezotas más perseverantes que he conocido en mi vida. Bajamos. Lo oímos todo. No acudimos al encuentro con nuestros amigos sino que nos fuimos corriendo a nuestro escondite en el bosque a escribir cuanto habíamos oído con total claridad.

Todo esto sucedió mucho tiempo después del cuarto cuento, el que la abuela me contó cuando, precisamente, tenía cuatro años.

No hay comentarios: