Versiones: tropezar 1

Un hombre baja de un autobús, tropieza, mira alrededor un tanto azorado y ve a una mujer que sonríe.

 

Versión 1

Todo en mí es eficiencia. Soy joven y funciono perfectamente. En todos los sentidos. Pero no se  puede decir lo mismo de los demás y especialmente, de algunos y menos todavía de ciertos humanos.

Por ejemplo, pongamos este caso: bajar y subir escaleras.  Algo sencillo, habitual, mecánico. Y no unas cualesquiera, sino las más frecuentes, de escalones hechos a medida para los pies de los mortales transeúntes. Nuestro desarrollo está dominado por escaleras: las del metro, las de casa, las de la oficina, las de nuestro progreso, la de nuestra evolución imparable. ¿Acaso se producen atascos por que la gente se vaya tropezando por doquier? No Y eso demuestra la maestría del sistema. Efectivamente, todo encaja como las piezas de una gran maquinaria imparable y rítmica. Su música no chirría, es constante y cuidadosa como una nana, una dulce canción de cuna.

Hoy he visto a un hombre tropezar. ¿Tanto cuesta hacer las cosas en orden para que transcurran sin incidentes? De acuerdo, de acuerdo, los accidentes pueden ocurrir. Pero estaremos igualmente de acuerdo en que controlando los factores que concurren se pueden evitar. Tropezarse en la vida o con dos escalones es lo mismo. Aunque el segundo lo sea  a escala pequeña, no es menos. Y yo diría que peor. Si todos se fueran tropezando, el ir y venir cotidiano se convertiría en un desastre. Puede parecer risible, pero basta con ponerse a pensar en ello durante menos de un minuto. Es verdad.

Sí, hoy he visto a un hombre tropezar. Sabía que ocurriría incluso antes. Arrastraba los pies y empujaba su cuerpo hacia delante con la pereza de los indolentes. No parecía ni mayor ni enfermo, aunque tampoco ni muy joven ni muy sano. Mi compañera, que conducía, también se dio cuenta. Mientras ella giraba la cabeza para decirle al hombre que vigilara lo que hacía, él no evitó tropezar y cayó de bruces en el suelo. Al menos levantó la vista. Estaba azorado, pero yo podía sentir en su mirada que pedía perdón. Mi compañera sonreía. Lo sabía como yo, sabía que se caería, pero sonrió. Estuve a punto de arrancar y aplastarlos a ambos. A punto. Pero no.  Como ella, que es una humana, estoy dotado de sensores. Pero yo soy infalible. Y no tropiezo. Nunca.

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