Un cuento largo: Grita II

Las patas se rompieron, claro, pero eso era lo de menos, la verdad. A las tantas de la mañana conseguimos subirlo en una colina en medio de un descampado. Pablo la había descubierto en la época que le había dado por patearse media ciudad y alrededores, cada vez que los padres se ponían a discutir él se las piraba por ahí. Un día me lo comentó y a mí me pareció genial. La verdad que la idea no estaba nada mal. Pero los demás que esto y que lo otro, ya se sabe. Manoli que la madre era tan maja y que estaba demasiado lejos para llevar el sofá y que además si llovía se iba a quedar todo echo un asco, Santi que opina de todo menos de las cosas que hay que hacer y yo que al final me quedé callado. Y pasó el tiempo. Lo de la lluvia era un punto que aninguno se nos había ocurrido. Total...  hasta que la madre de Pablo empezó que si unos bocadillos, que si zumo, que he hecho un pastel... un día nos trajo empanadillas y se puso a llorar. Manoli se fue con ella que para eso es una tía. Pero qué quieres que te diga. Al día siguiente llamamos a los demás por la tarde y quedamos. Alucinaron, alucinaron completamente. Además Pablo le había pillado unas cervezas a la madre. ¡Memorable!

Manoli tuvo que reconocer que la idea había más que buena, muy buena, vaya, excelente. Sin embargo lo de la lluvia podía ser un problema. Cuando acabamos de festejar nuestro nuevo Imperio, nos volvimos a pie por si pillábamos algo. No encontramos nada, pero esa fue otra buena. Pensándolo bien el sofá es lo único que se mantiene tal cual a pesar de que está más roto. Ahora en el terrado Manoli nos obliga más a limpiarlo, hay que ver qué manía tiene con la limpieza. En verano no hay problema porque acabamos mojándonos con la manguera y hay que ver qué cuerpazo se le está haciendo a Manoli. ¡Uf! No se mezclan las amistades y el amor, y menos con el sexo que sino... vaya lío, no, ni hablar. Además nosotros somos los mosqueteros y nada puede separarnos, la amistad ante todo.

-          No, estoy seguro que no se nota, no.

-          Tú porque eres tío, pero las mujeres tenemos un sexto sentido- eso, claro lo decía la señorita Manoli

El sexto sentido de Manoli nos ha salvado en más de una ocasión. Bueno, menos en la de Chisme. A pesar de aquella vez hay que reconocer que la tía es un lince. No le puedes esconder nada, ¿eh?

-          Pablo, tu madre está saliendo con alguien-

-          ¿Mi madre?

-          Sí, tu madre, no estoy hablando de la vecina del quinto.

-          No tengo ni idea de quién es la del quinto, ¿no ves que en este edificio nadie se saluda? Si lo sabes de sobra. – añadió Pablo

-          La gente pasa mogollón- agregué yo

-          Yo te digo eso, si no te interesa me lo dices clarito, no me interesa, pero a mí no me des tantas vueltas. ¿Te has dado cuenta o no?- ella insistía dale que te dale, porque Manoli cuando empieza con algo no lo deja hasta que lo tiene perfectamente clarito.

-          Si mi madre no tiene tiempo ni de respirar, qué va a tener un lío por ahi. Además, sólo hace seis meses que se ha separado.

-          Pero tu padre sí que está con otra y pronto vas a tener un hermanito.

-          Eso no tiene nada que ver

-          ¿Cómo que no tiene nada que ver?

-          Pues eso, nada que ver.

-          Así que tu padre puede irse con otra y

-          Manoli...- la corté, yo sabía que a Pablo aún no le gustaba mucho hablar del tema

-          Que Manoli ni Manoli, ya estamos con que me estás haciendo callar.

-          Corta el rollo, Manoli. Pablo la miraba fijamente a los ojos, la voz le temblaba un poco.

-          Vale, perdona- Manoli es una  tía legal

-          Mañana tengo examen de historia y quiero sacar nota. Nos vemos mañana- y me las piré. 

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