Entre piedras, tropezando...

Hay periodos de la vida en que salimos más, nos sentimos más sociables, hacemos más cosas, conocemos mucha gente, estamos menos tiempo con nosotros mismos a solas. Hay otros periodos en los que sucede todo lo contrario. A nadie debe sorprender si se pasa una época de su vida saliendo sin parar y la otra en casa sin ganas de salir. Y más allá de ello muy generalmente se puede distinguir entre las personas introvertidas y las personas extrovertidas. Nadie es una cosa u otra a lo largo de toda su vida, pero hay una tendencia más fuerte en cada uno de nosotros. Incluso si tienes hijos y escasísimo tiempo para nada más, el extrovertido intentará que los cumpleaños estén llenos de gente y los más introvertidos, lo celebrarán de manera más íntima. Hay personas que se mueven muy bien en las fiestas, en las reuniones, se les da bien la gente y los sucesos del mundo. Cuando están un poco enfermos se encuentran rodeados de gente. No saben estar solos. Hay otro tipo de gente que en las fiestas y con gente se siente perdida, no son asociales, pero les cuesta más. Prefieren las charlas íntimas, las horas de soledad, se sienten más cómodos consigo mismos que con mucha gente. Cuando no están bien, lo único que necesitan es estar solos y no soportan ni le ruido ni la gente. Todos estos son ejemplos para ayudar a ilustrar, nada más, no se trata de un estudio sociológico en el sentido estricto de la palabra.

Nadie responde al cien por cien ni siempre a un tipo de persona u otro, pero sí que hay tendencias. Hay personas que son más para dentro y otras, que son más para fuera. Hasta el más mundano necesita sus momentos de soledad y hasta el más introvertido es simpático y sociable. Sin embargo, suele predominar una forma o la otra. La clave está en que una y otra se sostengan. Es decir, que la persona de vida interior salga al mundo a aplicar, dar aire y zarandear su mundo interno en el exterior. Y que quienes se mueven siempre acompañados, se determinen el practicar consigo mismos momentos de reflexión interior y soledad. Parece simple… pero no lo es. La persona que tiende a dominar el mundo exterior se sentirá amenazada si ha de estar una hora en casa sola y en silencio. Y la persona que tiende a vivir en su interior sentirá lo mismo si debe experimentar en lo exterior. Este intercambio es lo único que sostiene toda la rueda.

A veces lo más exterior de nuestra vida colisiona con lo más interior. Es un choque de titanes. Lo anterior a nosotros mismos, cuestiones que no vemos mucho, van formando un molde. Lo posterior a nosotros, cuestiones que nos condicionan sin que mucho podamos hacer al respecto van, despacito a lo largo de los años, acumulándose. Cuando el mundo exterior y el interior chocan, con nosotros en medio, es cuando nos encontramos en una de esas situaciones de tropezarnos con la misma piedra. Tienen una especie de eco. Nunca tropezamos con la misma piedra de manera literal, si no que se trata de momentos que nos suenan a otros ya vividos. Y como nos encontramos aplastados justo en medio es realmente difícil analizar y ver más allá. Nos sentimos impotentes y rabiosos.

La imagen de la rueda de la vida se plica a tales momentos y no sólo porque gira y gira y tenemos la sensación de que lo hace aleatoriamente, sino porque implica que de nosotros salen los radios de la rueda. Y así nosotros seríamos el centro, nuestros brazos y piernas, los radios, y las circunstancias exteriores serían la circunferencia de esta rueda. El centro interno y el radio externo están muy unidos y dependen el uno del otro para que la rueda exista. No se trata de controlar el exterior ni de controlar el interior. No está todo en nuestras manos. La tarea a realizar no es sencilla. La rueda se atasca en las piedras del camino. ¿Habrá algún caminito sin piedras?

Lo anterior a nosotros, nuestro interior, nos regala unas lentes, unas gafas con las que vemos lo que nos sucede en el exterior. A veces graduamos las lentes y seguimos adelante. Otras veces hacemos cambios en el exterior, y seguimos adelante. Y cuando nos tropezamos con la misma piedra es que hace falta un doble ajuste. ¿Cómo estar en dos partes al mismo tiempo? ¿Dentro y fuera de nosotros mismos?

No hay comentarios: