Los cuentos del destino 36
Puedes preguntarle al Emperador cómo nombrar las situaciones, pues los nombres dan forma a la realidad y es precisamente eso lo que hace el Emperador de nuestro cuento y el de la carta del Tarot. No olvidemos, sin embargo, que hay más que el nombre de las cosas y es la experiencia de ellas mismas.
Nombrar es un acto también creativo porque no es suficiente con pensar, analizar. Para hallar el nombre correcto, la palabra que define, será necesario sentir, conectarnos con nuestra parte intuitiva y con nuestras experiencias. El Emperador y la Emperatriz van unidos. Se trata de un orden amoroso, de un nombrar amoroso. El Emperador se ocupa de poner las cosas en su sitio. Con amor.
Puede suceder que aceptemos la categorización, algunas estructuras, algunas normas y leyes sin pensarlas, sin digerirlas, y que en lugar de estabilizarnos, nos anquilosen, nos bloqueen. Hay momentos de excepción en los que los “así se ha hecho siempre” no nos sirvan de gran ayuda. ¿Qué le pasará, por ejemplo, a aquel niño al que insistentemente le advertían sobre los extraños cuando crezca y tenga que marcharse a un país extranjero o le toque trabajar con personas de otras culturas?
El significado está más allá de algunas normas, somos nosotros los que digeriremos las estructuras para cerciorarnos de su utilidad. Los tiempos cambian, las normas también, no todas, algunas se recuperan, otras se modifican, otras siguen perennes. En un Universo donde todo cambia, nada descansa y todo se mueve se hace necesario revisar los conceptos para descubrir su significado íntimo, su esencia. Eso fue lo que le sucedió a la protagonista del siguiente cuento.
Los cuentos del destino 35
Relájate y haz algún pequeño ejercicio de respiración, luego empieza a llamar a las personas que han existido o existen en tu vida, salúdalas y despídete, nombra a cada una de ellas. Nombra tus momentos de felicidad y de tristeza, de miedo y rabia. Simplemente nómbralos, no tienes que hacer nada más.
No se trata ni de intentar ser positivos ni tampoco de ser negativos, se trata de nombrar. Tal como señala la gran poeta Alejandra Pizarnik la palabra puede sanar, no porque nos enfurezcamos el mar dejará de existir, ni el mundo tampoco, “...por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.”
Nombrar es hacer nacer mundos y cantarles, reconocerlos. No por guardarlos en el baúl del silencio forzado dejarán de existir, de esa manera somos nosotros quienes creemos que dejan de existir, es una ilusión bastante fútil. Tanto empeño en acallarlos forzará a que nos asustemos aún más cuando abramos los ojos y nos veamos sorprendidos de ciertas existencias ignotas. Por eso es importante empezar por nombrarlos. Nombrar un fantasma con el debido respeto es invitarle a la luz y apartarlos un poco de la oscuridad, que es el único lugar desde donde pueden asustarnos. No es posible nombrarlo todo porque así lo decidamos, los fantasmas necesitan su tiempo, tanto o más como nosotros.
Los cuentos del destino 34
Este nuevo orden es justamente lo que logramos cuando reconciliamos dos aspectos opuestos internos a partir del encuentro de nuestras partes consciente e inconsciente. Toda la civilización y la cultura nacen en dicho momento también. El Emperador nos ayudará a tomar conciencia de nuestras responsabilidades, a ordenar nuestro jardín para que todas las plantas reciban el cuidado que se merecen, incluso a saber que si quieres tomarte un té, antes es necesario calentar el agua. El orden no significa abrir el paraguas antes de que llueva, sino hacerlo, acaso, después.
Una de las tantas maneras de obtener la ayuda del Emperador consiste en poner nombre a cuanto nos rodea tanto en nuestro mundo exterior como en el interior. Entra en tu cocina, por ejemplo, y nombra cada una de las cosas que hay allí sin dejarte la más insignificante de ellas.
Los cuentos del destino 33
Finalmente cuando llegó el año del cuento del Emperador, en casa empezaron a enseñarme a escribir y a leer. También tenía que cuidar mis cosas, mis juguetes y mis libros. Se empezó a establecer un cierto orden, nada dramático ni excesivo para una niña de cinco años (aunque no siempre tuviera yo ganas de ordenar mis juguetes). También empecé a ayudar en la cocina. A mí me encantaba cuando hacíamos pasteles porque a cambio de mis servicios podía lamer el fondo de la fuente y la cuchara de palo. Llegó así mismo la hora de poner los cubiertos en la mesa o los platos... Claro, no siempre me parecía divertido.
Los cuentos del destino 32
El mundo que heredamos de la Emperatriz es como un gran jardín, es hermoso, lleno de vida, flores, pájaros exóticos, colores, en un constante embarazo. Luego llega el Emperador con su orden, con las palabras, con todo un sistema de valores. Eso es lo que relata el cuento. El orden del Emperador no es de cualquier tipo.
En realidad esta pareja de Grandes Reyes que son la Emperatriz y el Emperador se complementan como dos socios de una gran empresa en la que uno se dedica a la creación y procreación de los proyectos e ideas y el otro se ocupa de que todas esas maravillosas ideas se conviertan en algo concreto. Son muy diferentes el uno del otro, pero no olvidemos que se complementan.
A veces se encuentran Emperadores como los del cuento antes de que la estrella intervenga. Podemos en alguna ocasión de nuestras vidas adoptar ese tipo de actitudes frente a la necesidad de organización hasta que conectamos con nuestra estrella y surge el nuevo orden a partir de algo que siempre había estado allí de alguna manera, tal como acontece en el relato. Un orden pacífico y que dé lugar a un gran desarrollo no es algo instantáneo ni sencillo. Las etapas por las que podemos pasar son las mismas que se cuentan aquí con todos aquellos pretendientes al trono. ¿Pero quién pondría en orden aquel reino manteniendo su alegría y su espontaneidad? ¿Tú podrías hacerlo? ¿Cómo?
Con C de crisis
Venir a menos
MARGARITA RIVIÈRE
Con la ampliación de la zona verde barcelonesa, al menos en mi barrio -llamado ahora con el feo indicativo de zona 13, es decir, Sants- están desapareciendo los coches. ¿Exagero? Es cierto que hay menos coches aparcados y circulando. Todo un cambio: el espacio parece haber crecido, igual que el silencio; se diría que se respira mejor si no fuera porque se entrevé la montaña del Tibidabo cubierta de opaco smog. El pensamiento vuela hacia una Barcelona antigua en la que los niños jugaban en la calle: ¿será posible tal milagro? Ahí van chavales corriendo junto a un perro. Ahora un coche recuerda que acabamos la primera década del siglo XXI. O sea, que el pasado, aquí mismo, no pinta nada.
El caso es que el presente barcelonés está cambiando ante nuestros ojos. Los coches también se difuminan en lugares céntricos, el tráfico tantea, incrédulo, cierta fluidez (si no llueve o es primero de mes), los parkings no cuelgan el completo y las colas de taxis vacíos confirman un parón en el antiguo frenesí. Hasta el Tourist Bus parece más un decorado anómalo que un estorbo. ¿Demasiado optimismo? ¿Un problema de dioptrías?
No he encontrado datos sobre lo que los burócratas llaman disminución de la movilidad,pero nos cuentan, día tras día, la aparatosa caída de ventas de coches nuevos, aunque nuestros viejos cómplices de cuatro ruedas no desaparecen así como así: ¿dónde están? ¿Serán pura chatarra? Todo el mundo tendrá su propia experiencia sobre el fenómeno de la expansión del vacío en la ciudad. Un vacío paulatino, más periférico que central, más en la vida corriente que en el meollo de la cosa barcelonesa, donde el exorcismo contra el vacío parece ser el cartel de saldos y precios mínimos. Aun así, se diría que hay menos gente moviéndose por la ciudad, ¿dónde se habrán metido?
Plantearse estas cosas a partir de una actuación burocrática como la ampliación de la zona verde del barrio puede llevar a la conclusión -errónea- de que toda la ciudad es pacífica zona verde por decisión del alcalde. Lo cierto, que los munícipes canten misa, es que el vacío realmente existente -de coches y de ciudadanos- en el paisaje urbano se debe a que éste no es un invierno como otros. Han pasado cosas, la sensación de venir a menos se ha aliado al supuesto éxito de la zona verde, la lucha contra la contaminación y el espejismo de la ampliación del escaso espacio urbano. Que Barcelona parezca más grande es el paradójico efecto del venir a menos.
¿Tendrá la manoseada crisis su lado bueno? ¿Qué ha sido de tanto coche y del rebaño urbanita? Quienes recordamos la inquietante película La hora final (Stanley Kramer, 1959) nos estremecemos al imaginar a Gregory Peck y Ava Gardner ante el asfalto desértico. Todavía no es el caso: se sabe que la gente -¿lee más?- compra más libros y que los cines se llenan. Una nueva macrolibrería, llamada Bertrand, de genealogía portuguesa-alemana, recién inaugurada en plena Rambla de Catalunya, parece confirmar el rebrote.
La cultura es la marca blanca de la crisis. Acaso por razones de peso: para el 57,2% de los catalanes, según el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión, el gran problema es el paro (y el 48% cree que ningún partido es capaz de dar respuesta a esa creciente realidad). Todo el mundo es testigo del mucho tiempo libre del que disponen los desempleados y los subempleados que nadie contabiliza. Eso podría explicar hasta el auge de Facebook, que ha pasado en un año en España de 25.000 a 300.000 usuarios. Que la gente tenga tiempo apuntala también la basura tecnológica: el negocio de la intimidad, como lo ha llamado Mark Zukerberg (24 años), el dueño de este portal valorado en 15.000 millones de dólares, una muestra de lo que ha dado de sí el mundo antes del cambio austero y realista que se vislumbra.
La crisis cambia costumbres: algunas empiezan a ser visibles. Llegarán otras cuando la gente se dé el lujo de reflexionar sobre "quién sabe hacer las cosas y cómo hacerlas". Así describe el sociólogo Richard Sennet a El artesano (Anagrama), su último y recomendable ensayo, en el que vuelve la vista a una pragmática realidad material, hecha con sentido y con el aprendizaje directo a través de las propias manos. Las manos como fuente de conocimiento: un saber antitecnológico redescubierto. Sennett pone epitafio a la soberbia fantasiosa de la virtualidad y avanza lo que hay que reaprender de inmediato. Venir a menos, sugiere, puede ser una oportunidad: menos es más. O Mejor con menos (Crítica), como dice el sociólogo barcelonés Joaquim Sempere, certero observador de las necesidades humanas reales.
Y aquí, el enlace al mismo artículo en El País
Los cuentos del destino 31

Le enviaron un ángel que le comunicara el acertijo. Si Juan contestaba, el celestial emisario debía regresar inmediatamente con la respuesta. Juan lo escuchó con suma atención. Luego se retiró a contemplar sus tierras, sus animales, su casa y su familia. No tardó mucho en contestar:
- Sí, está claro. Y le susurró al ángel su respuesta.
El cielo se regocijó y aquel reino antes sin rey, también. El emperador Juan (tal como se le cita en algunas crónicas antiguas) les protegió de las invasiones, creó caminos, supervisó la organización de los terrenos así como la de los almacenes, los días de mercado y los de fiestas, inspeccionó la urbanización y la construcción de escuelas, hospitales y, por supuesto, de los teatros. Supo rodearse de buenos y sabios consejeros, dictó leyes y veló por el bienestar, también pidió perdón cada vez que se equivocaba e intentó no repetirlos.
En su escudo brilló siempre un águila y el emblema de la familia fue un carnero con un rubí rojo con la leyenda “Busca la sabiduría de la belleza, nombra a todos los seres, jefe entre los poderosos del Orden y sus cuatro manifestaciones”, el mismo que había en el frontispicio de su casa, que no había abandonado y que él había construido con sus propias manos.
Gobernó con uso de la razón, del sentimiento, la percepción y la intuición. En su reino se cobijaron los hombres simples junto a los mejores poetas y artistas.
Imagen: carta IV, El Emperador, Tarot Dalí
Los cuentos del destino 30

Quien una vez más dio con una solución fue la pequeña estrellita. ¡Juan, el labrador! ¡Juan, el labrador!
Juan, sí, era un buen labrador. Juan trabajaba duro y siempre se aseguraba de que sus planes estuvieran bien formulados, no tomaba difíciles resoluciones sin antes sopesar los pros y los contras; se arriesgaba, probaba y había aprendido de sus muchos errores. Siempre había sido muy luchador y gracias a ello había convertido uno de los terrenos más yermos en el más fructífero de todos.
En sus tierras las plantas parecían más felices. Sus animales estaban robustos y gozaban de buena salud. Su familia no había pasado hambre ya que él, atento al cielo, sabía prever y organizarse en los años de buenas y malas cosechas. Cada miembro de su extensa casa realizaba sus tareas con tiempo suficiente para dedicarse a las fiestas y a las artes o al ocio. Sus jardines eran armoniosos, sus flores bellas y perfumadas. Las bestias salvajes de otros campos sabían que allí no serían bien recibidas y no osaban entrar o se retiraban en estampida. Las tierras de Juan estaban bien cuidadas y protegidas al igual que los suyos.
Imagen: carta IV, El Emperador, Tarot Gaian
Con c de crisis: ¿existe el alma?
Aquí nos explica los argumentos que se han dado a lo largo de la historia del pensamiento occidental sobre la existencia del alma.
Con C de crisis: respuestas al sufrimiento en los textos de sabiduría
Con C de crisis: una clase de Peter Salovey sobre el amor
Con C de crisis: Academic Earth
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Purcell + Kubrick
Una versión más sobre el tema de antes en la primera entrada de Purcell: Music for the Funeral of Queen Mary
¿Por qué escribo?
Esta entrada es larga, lo siento. Me ha sido imposible partirla. Quiero contarme porqué escribo. ¿Es así para otros?
Es una voluntad. Ocurre desde dentro. El movimiento puede pasar muchas veces, imperceptible. Tiene la misma fuerza de un paso adelante. Me pongo de pie. Espero. Espero... y nada. Porque si hay determinación, se esconderá. Es un tímido movimiento. Tiene la misma fuerza de los tímidos. De los débiles. Es una fuerza antigua y sumamente delicada. La misma de las montañas. Es una fuerza que respira silenciosamente la eternidad. Yo sigo de pie. Quizás respire. Al menos, eso supongo, sino no podría estar escribiendo aquí estas líneas ahora mismo. Concluyamos entonces que estoy de pie y respiro. Todo mi peso descansa sobre la tierra. Todo mi cuerpo. Mis pestañas y mis muslos se apoyan sobre la tierra. Entonces soy un árbol y un monolito. Soy un hierbajo, un grano de trigo. Soy un pez y un toro obstinado. Este movimiento es tendencioso, testarudo, tímido. Mientras me trueco en formas, el ritmo se instala inquieto en alguna parte de mí.
No hay calma. Es la tensión de los volcanes antes de vomitar su lava candente. Es la tensión del asesino, apenas unos segundos antes de cometer el crimen. Es el mismo movimiento que lleva hacia la vida o la muerte. Estoy viva gracias a muchas muertes. Cada vez que un personaje toma vida en una hoja incluso me da su sangre en tinta que circula. Cada vez muere dentro de mí para vivir fuera de mí. No es un asesinato convenido. Es una fuerza mayor como en cualquier asesinato. Si no mueren, agonizarán en mí. No hay escapatoria. Yo sigo de pie, respirando, esperando. Nada digo, ni tan siquiera murmuro. Puede suceder en cualquier lugar. Me veo obligada a estar en el sitio más adecuado. En casa, en soledad. Si me asalta y no estoy en el sitio adecuado, volverá con más fuerza para vengarse por mi traición, por no haberle esperado lo suficiente. Puede que incluso me postre en la cama para obligarme a esperarle. Yo espero entonces acostada, agotada. Puedo estar por la calle y he de volver a casa corriendo. Su urgencia no perdona.
Aquí estoy de pie, respirando. Sale el paso hacia delante desde mis entrañas. Desde la boca del estómago. Como un paso, como un vómito. Luego escribo. No sé si habría de poner el verbo en primera persona. Porque en realidad no sé quien escribe. Ni antes, ni después. Mientras, sé que físicamente lo estoy haciendo yo. Yo misma. Me leo, escribo, releo, cambio. Soy yo, o mejor dicho: es mi cuerpo quien lo ejecuta. Antes no tengo conciencia de que sea yo. Después, muchas veces me pregunto quién habrá escrito lo que yo he escrito (es mi letra, es mi sangre). ¿Y esto lo he escrito yo? Y puedo descubrir una pequeña frase que me gusta, quizás incluso, a veces, una imagen. Lo habré hecho yo, deduzco. No había nadie más. Estaba en casa, sola, esperando. Supongo que a muchos asesinos les sucede lo mismo. No sé porqué lo supongo, pero lo creo. Al final, la mayoría de las veces me quedo agotada otra vez. Es un agotamiento diferente. Al final me quedo sin sangre, vacía. Necesito tiempo para recuperarme. Necesito un duelo para acabar de morir.
Escribir también es una despedida. No de amigos. No de un enemigo. No de familiares. No de un amante. Si no de un lugar en el que he habitado y en el que viven amigos, enemigos, familiares, conocidos y desconocidos, amantes y un amor. He tardado 20 años en comprenderlo. He necesitado 20 años para respetarlo. Respetarme. Hasta dicho momento he muerto. He llorado, me he desgarrado. He muerto. He agonizado. He muerto, he dicho.
¿Cómo fueron sucediéndose las fases? No fue que comprendí un día. No fue una luz que se hizo. Fue un desliz hacia otro camino. Caminos hubieron dos. Uno en el que me perdí y otro en el que me encontré. Hubo que aprender a esperar. Fue lo más difícil. Es lo más difícil. Estoy convencida de que cuando sepa esperar, escribiré novelas muy largas. El sentido es fugaz como el desliz. Un relato largo es acompañar la espera del desliz, el ritmo de la fuga. Acompañar un timo. Acompañar la muerte. Caminar a su lado y esperar la conclusión sin apenas intervenir. Pero un día me pareció que todo era escritura. Que así la vida era más soportable. La única forma. Única. La soledad se hizo más necesaria.
Incluso vital.
La soledad que siempre he sentido como si estuviera ajena a todo lo demás, a la vida, pero no a la muerte. Desde otra orilla. Pero no lo entendía. Lloraba desde esta orilla y veía más allá el barco que había partido. Allí, allí estaban felices y yo los veía, desde aquí, lejos. Lejos. Lejos. Repite la palabra “lejos” como un autista. Lejos. Lejos. Tiene un movimiento. Es cadencioso. Es una nana. Lejos me mece la vida. Lejos la veo pasar. Toda una vida sintiendo nostalgia. Y la vida estaba aquí, meciéndome. No lo sabía. Yo miraba a la otra orilla. Allí veía a los humanos. No los entendía porque no los escribía. Pero un día todo se transformó en “escribible”. Podía contar sobre la nana, sobre la nada. Vivir arrancó un sentido. Vivir mató. No el vivir, sino vivir en sí mismo. Porque ver la vida para escribirla da respuesta a los cómo. No siempre. Siempre no hay. Es un segundo, un movimiento que nace del embarazo de muchos años o de muchos segundos. Lo primigenio sólo se perfila con la poesía. Lamentablemente no soy poeta. Sólo veo y escribo, describo. Y veo que me miras. Veo la historia de tu mirada. A veces puede que llegue a intuir la historia de tu mirada. Si no, me la invento. Toda invención es tan verdadero como la verdad en sí misma. Quizás sea la historia de una posesión. Poesía. Poseía. Detener el temblor en la mano, por un segundo. Luego se desliza. Se pierde en un ancho mar.
A los 15 años me prometí que no escribiría jamás. Jamás sería un Borges, ni Cortázar, ni Ciro Alegría, ni Alfonsina Storni, ni Calderón de la Barca. A los 40 leí a Fellini. Me hablaba a mí y escribir ya era un hecho natural. Vital. Leí lo que estaba esperando toda mi vida. Cada vez que me asesino debo recordar a Fellini para volver a la vida. He estado muerta todos estos años. No recuerdo una frase. Sólo sé. Sé que a través de Fellini volví a la vida. Y vuelvo cada vez que regreso a mi muerte. Ya antes había regresado al escribir, pero sin creerlo. Sin fe. Sin amor a la vida. Ahora necesito descansar. Y me quedo quieta. Respirando. Esperando la certeza del impulso del movimiento intentando atraparlo con palabras.
Los cuentos del destino 29

La idea se le ocurrió a una pequeña estrellita que solía lucir justo encima del campanario de la iglesia mayor de aquel reino, no por nada había observado desde tan alta perspectiva hasta cada amanecer, entusiasmada. ¡Un acertijo! ¡Un acertijo! Las demás estrellas, la luna, el sol, los planetas, asteroides y cometas aceptaron entusiasmados. Y las nubes también. Como los ángeles estaban un poco cansados después del trajín de la jornada anterior, fueron las gotas de lluvia las encargadas de hacer llegar las palabras de aquel acertijo a todos los reinos:
Cruza las piernas y los brazos
Busca la sabiduría de la belleza
Jefe entre los poderosos
El carnero sensato con el rubí
Es el Padre, buen rey del uno y de los cuatro senderos
La lluvia fue generosa. Todos en el cielo y en la tierra recibieron la buena noticia.
Curiosamente, inmediatamente después, en aquel reino todo creció aún más: hubo más plantas, más edificios, más campanas, más flores, más bebés, más cuadros, más y más, más selva y más risas. También, más problemas. Todo se sumó y se multiplicó.
El Cielo se dedicó a esperar paciente a quien resolviera el acertijo. Pasó el tiempo que se fue llenando de actividad. Por el camino muchos abandonaron: las pruebas eran arduas y algunos se cansaron incluso antes de empezar. Otros, a medio camino. Muchos se dedicaron a pensar tanto que no podían hallar la respuesta correcta entre las tantísimas que se les ocurrían. Ciertos se enfadaron por no ser capaces de resolver el acertijo y le culparon de sus fallos, de sus desgracias, aunque luego decidieran firmemente que aquello no debía ser así, pero ni tan siquiera ellos dieron con la respuesta adecuada. Otros se dedicaron a criticar duramente aquel acertijo no logrando respuesta ni tampoco preguntas.
Dicen que algún rey llegó a esclavizar a sus súbditos para que encontraran la respuesta perfecta y muchos se vieron más presos que antes. Otros lograron que sus reinos se volvieran oscuros y amargos de pura decepción. Algunos se dedicaron a las alquimias más exquisitas sopesando, analizando y cuantificando cada una de las palabras del acertijo; parece que aún continúan enredados en sus conclusiones si bien aquel reino ya está en orden y cada cosa ocupa su lugar con plena y satisfactoria felicidad. Nadie lograba acertar el acertijo.
Imagen: carta IV, El Emperador, Tarot WilliamLi
Los cuentos del destino 28

Las estrellas que les observaban decidieron que había que hacer algo y convocaron una reunión con la Luna y el Sol. Era evidente que allí hacía falta un poco de orden. También acudieron otros planetas, asteroides y cometas. Estaban preocupados, con razón, porque pronto las confusiones llegarían a liar al día con la noche dado que cuanto ocurre en la tierra también afecta al cielo. Evidentemente eso era un desastre que había que evitar. ¡Incluso las nubes estuvieron de acuerdo!
¿Pero quién pondría en orden aquel reino manteniendo su alegría y su espontaneidad? La tarea no era nada fácil. La Corte Celestial envió emisarios por doquier. Aquellos días los ángeles y los querubines tuvieron mucho trabajo entregando mensajes. El aire se llenó de una delicado frufrú de alas y las campanas sonaron más y mejor que nunca.
En muy poco tiempo, algo así como una semana, los pasillos del cielo se llenaron de pretendientes al reino. Se presentaron casi todos los príncipes, reyes, emperadores, reinas, emperatrices, guerreros y guerreras de los cuentos. También enviaron emisarios muchos dioses de oriente y occidente. Los jefes de los hombres más poderosos acudieron con sus deseos de poder. La cola que se formó era casi infinita. Los habitantes del cielo volvieron a reunirse. ¿Cómo podrían elegir entre tantos y tantos y tantos y ...?
Imagen: carta IV, El Emperador, Tarot Gaudenzi
Los cuentos del destino 27

IV El Emperador
Había ciertos detalles que hubieran desconcertado a los visitantes, sin embargo. En los huertos crecían por igual las flores y las legumbres. Las campanas de las iglesias redoblaban con el viento, que era muy caprichoso y así podían entretenerse en un repique prolongado. Si alguien se hubiera puesto a estudiar los terrenos habría descubierto que había más jardines que huertos, más campanas que iglesias, más teatros y tabernas que casas. Los trovadores siempre que podían se detenían más tiempo allí dada la naturaleza alegre, amante de las artes y amable de los habitantes de aquel reino inigualable. En medio de aquella felicidad pronto surgieron algunos problemas, como los hierbajos, por ejemplo.
Estaban todos y todo muy apretujados, a tal punto que cuando alguien se desperezaba podía (y así era) darle un codazo a una rosa que pinchaba a un tercero que no encontraba la manera de dejar de sangrar. Cuando alguien estornudaba en medio de una función del teatro, lo hacía con tal fuerza que agitaba el aire; y el viento se arremolinaba antojadizo haciendo sonar las campanas, claro. Entonces todos reían, actores y público se olvidaban de la función hasta el día siguiente, ya nadie sabía qué hora era y las compañías que esperaban para actuar se agolpaban en la carretera.
Los pintores pintaban por todas partes, a veces hermosos cuadros aguantaban estoicamente debajo de los cascos de los caballos que al mirar al suelo no sabían dónde detenerse (para ellos las figuras y los humanos eran personas de similar índole). Nadie lograba llegar a dónde realmente quería ir sin dar grandes rodeos utilizando diversos medios. Más de una vez sucedieron malentendidos. Sin embargo, aquella gente reía y seguía disfrutando gracias a la mágica estela dejada por la Reina Blanca.
POCOYO
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Los cuentos del destino 26
La abuela y las niñas se quedaron solas en la vieja casona familiar y no volvieron a saber del abuelo hasta quince años más tarde a través de una carta. El Mago de un pequeño pueblo en la selva amazónica escribió para referirle la muerte de nuestro abuelo.
Nunca había llegado al desierto puesto que el representante de las Picas Negras había engañado a sus compañeros. El abuelo no se atrevió a volver para no deshonrar la tarea y se retiró a un pueblo perdido en la selva. Él que era un Gran Mago se puso al servicio del Mago del poblado y hasta el momento de su muerte no le desveló su gran secreto. Hizo el bien y fue amado por cada uno de los habitantes de aquella pequeña población y por los de la toda la región que guardaron siete días de luto y su nombre en su memoria.
Las líneas Esmeralda Verde y Picas Negras se separaron completamente y nunca volvieron a mencionarse la una en la casa de la otra. No hasta que se descubrió que el futuro esposo de mi madre (mi padre) estaba emparentado con las Picas Negras.
Por suerte la historia del Emperador era bien distinta.
Los cuentos del destino 25
4
El abuelo había sido un gran Mago que llevaba el bien allí donde residía el mal. Se casó con la abuela siendo él mayor y ella un adolescente de 16 años. Parece ser que él dedicaba más tiempo a la magia que a su mujer. Sin embargo nunca me fue suficientemente explicado el hecho de que ambos fueran los padres de trece féminas.
El abuelo Mago quería derrotar una de las manifestaciones del mal. Era capaz de hacerlo, así que le fue encomendado dirigirse a tierras lejanas. Cómo él era un mago de la línea de la Esmeralda Verde, debía aliarse con otros dos, uno perteneciente a la línea de la Esmeralda Roja y otro que debía ser de la línea de los Diamantes. Pero esta saga, la de los Diamantes, no estuvo de acuerdo con esta tarea ya que la consideraban demasiado peligrosa, aún cuando fuera encomendada a una tríada de magos.
En los oráculos de la familia de los Diamantes se señalaba el cuatro como número sagrado y no el tres como en las otras dos familias. La discusión era lógica, esto lo descubrimos de casualidad muchos años más tarde. ¡Era tan evidente que nadie lo vio! Las líneas de las Esmeraldas, tanto Verdes como Rojas, estaban formadas básicamente por mujeres; mientras que la de los Diamantes, por hombres. Es decir, en una había un mayor número de mujeres en las diferentes generaciones; mientras que en la otra, la mayoría era de hombres. No se pusieron de acuerdo y ello era imposible.
El número tres es esencialmente femenino, mientras que el cuatro, masculino. Cada una de las líneas estaba defendiendo su integridad. El número sagrado debería haber sido muy diferente y en efecto lo es, pero por aquel entonces, a principios del siglo XX ninguno de los implicados se dio cuenta de ello. Simplemente porque no conocían a todos y cada uno de los integrantes de cada familia ni de cada línea (una línea son ocho o diez generaciones completas de una misma familia, depende de cada caso).
Todos los oráculos señalaban la tarea del abuelo. Él puso toda su fuerza en llevarla a cabo. Sus compañeros pertenecían finalmente uno, a las Esmeraldas rojas y el otro, a las Picas Negras. Así debía ser por la ausencia de los Diamantes, para equilibrar las fuerzas. Bien es sabido que una Pica Negra es una Diamante en bruto. Debían partir al desierto, muy lejos.
Shostakovich: Sinfonía nº 10 Allegro
Versión 1
Versión 2
The Beatles: Lucy in the sky with diamonds
El título, como muchos creen, no nació junto con la canción después de unas pastillitas de LSD. Jude, el primer hijo de Lennon, cuando era peque hizo un dibujo y le dijo a su papá que era Lucy en el cielo con diamantes. Papá hizo una canción. Y los amigos de papá la interpretaron junto a él.
Across the Universe
Leones en la cocina 4
No, evidentemente no estaba. A Antonio Landero no le gustaban las sorpresas y menos aún por las mañanas. A Rosa sí y quizás al cabo de los años él se había acostumbrado un poco, quizás ahora le molestara un poco menos lo imprevisto, pero un poco menos no equivalía al cien por ciento. Ya tenía suficientes sorpresas en su trabajo, demasiadas cosas inoportunas, demasiadas.
Aunque la mayoría eran siempre lógicas, porque el azar y la mente humana siempre sabían a lógica, pero de lógicas había muchas, como sazones y sabores. Simplemente bastaba entender cuál era la que estaba operando en cada momento para situarse en la coordenada adecuada y todo cobraba significado, hasta lo inexplicable. Esto era lo que le gustaba de su trabajo: encontrar el orden en el caos, como le decía Rosa. ¿Y dónde estaría ella? Café.
lágrimas
las lágrimas que caen y no vuelven
aunque se van porque duelen
buscan la felicidad cerca o lejos
total nadie las echa de menos
se marchan juntas en silencio
hasta los ríos y los mares
todas son únicas y dispares
pero no comparan sus pesos
las de Irak, de París o Buenos Aires
con sabor a sangre, llanura o desierto
se abrazan y reconocen
en un mismo pecado primigenio
se escapan y se esconden pocas
en las semillas de las sandías
o en las de las fresas
en las comisuras de las bocas
cuando se besan de pasión locas
otras y algunas buscan el rocío
o descansan hasta que cierre mal el grifo
ya ves, nos rodean o nos abrazan
nos inundan o amenazan
así que no hay motivo
para que te escondas
porque atenazan
son lágrimas
como las de Cristo
son lágrimas
Dios mío.
Cachitos de la creación en COBALTO
La Compañía Nacional de Danza de España prepara la última coreografía de Nacho Duato, Cobalto. El estreno será el próximo 20 de marzo de 2009 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Han creado un videoblog con el que abren una ventana por la que asomarse al mundo de la creación coreográfica y de la creación en sí misma, ofreciendo imágenes que corresponden al montaje de la pieza en el estudio de danza, así como pequeñas entrevistas con los distintos protagonistas.
Lo primero que me sorprende es que el estreno es dentro de un mes y aún están ensayando y creando sobre el escenario. Luego me pregunto por qué me sorprende si en realidad en tantos otros campos de creación es lo mismo. nunca se acaba un libro o una pieza teatral o una pintura... la fecha de estreno o la de envío de un manuscrito o de publicación o de estreno es lo que les sirve a los demás para verlo. El cartelito de "ya está" viene por circunstancias externas. Necesitas que se vea lo que has hecho, venderlo, cobrar o regalarlo.
Aquí lo interesante es poder ser testigos de estos testimonios de un proceso creativo, al menos partes de él. El proceso creativo es algo muy íntimo, más que una masturbación, para que nos entendamos. Por eso en sus primeras etapas es tan solitario y cualquier intrusión es vivida como una violación. No se puede enseñar lo que se escribe hasta considerarlo mínimamente acabado. Hay partes de este proceso que se escapan al entendimiento de quien está envuelto por tal danza invisible. Y más aún a los ojos de quienes están fuera.Y más aún de los que se dedican solamente a la crítica y no se atreven a arrancarse las entrañas o a pagar el precio que la creación siempre requiere puntualmente.
Hay muchos más vídeos. Todos cortos y sinceros. Todos en http://www.youtube.com/user/videoblogCOBALTO ¡Que los disfrutéis!
Por vos muero
El siglo de oro español que tanto nos ha dado a lo largo y ancho de tantas generaciones. Interpretado y reinterpretado. Así opera la creatividad en su vuelo por el espacio y el tiempo. No hay más límites que los que la mente se imponga. Luego vendrán los cuervos con sus negros no adecuado.
Soneto V
Escrito está en mi alma vuestro gesto
vos sola lo escribisteis; yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
por hábito del alma misma os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos he de morir y por vos muero.
XXIII y seguimos preguntando..
Hay más maneras de obtener respuestas a nuestras preguntas, una de ellas es el Tarot. Podemos extender el mazo de los Arcanos mayores y sacar una carta. La ventaja del Tarot es que aporta una respuesta con matización incluida. Más que una solución, nos empuja y pone nuestros motores en marcha para que la respuesta salga desde dentro de nosotros mismos claramente, desde aquel mar profundo que compartimos con el resto de los mortales. ¿Qué hay de lógica y de poesía en todo eso?
Rescatemos las palabras del Maestro del tarot Oswald Wirth:
“Las respuestas del tarot están lejos de ser claras, a veces son descorazonadoras e incluso se resisten a cualquier interpretación con un mínimo de sentidos. Estas precisamente son las que hay que descartar porque buenas respuestas se distinguen por su lógica y por la reducción de la ambigüedad inherente a los oráculos a su mínima expresión.
La imprecisión de los oráculos, que es proverbial, se opone en efecto, a las respuestas categóricas. La adivinación se hace completa en el terreno de las vagas indicaciones pero que son las justas y necesarias para que el beneficiario pueda sacar provecho descubriendo su propio sentido”
Leones en la cocina 3
Desde que abriera los ojos hasta darse cuenta, ¿cuánto tiempo le quedaría aún? Tenía que recordar la llamada para saberlo:
-Landero- una voz de mujer que no era la de Rosa, pero Rosa no le iba a llamar por teléfono; tampoco estaba en la cama
-Mmmm- fue lo único que pudo decir mientras buscaba con la vista.
-Landero que estás dormido- era Dolores, la secretaria del jefe.
-Ya lo sé- seguía mirando a su alrededor y buscaba a Rosa.
-Te paso al jefe, y mientras aclárate la voz, venga- la voz sonaba con cierta sorna.
Pasaron unos minutos que se le hicieron eternos. ¿Dónde estaba Rosa?
-Landero- ese, ese era el jefe y la voz sonaba a voz de jefe por la mañana, una voz de tengo que decirte algo importante imbécil.
-Sí, señor- pero la suya también era una voz de imbécil, la voz de qué me vas a contar a estas horas tú a mí cacho cabrón que me estás despertando y aún no me he tomado el café.
-Que ha surgido una urgencia, ya sé que ayer acabaste tarde, pero es una urgencia.
Nos vemos en la playa de los molinos, es muy urgente. La voz cambió de tono, parecía cortante.
-De acuerdo- él también podía parecer cortante aunque sólo fuera un subinspector desde hacía años.
-Cuarenta y cinco minutos, no más.
-De acuerdo, sí, señor.
Se cayó el papel pero Landero no lo notó en aquel primer instante. Fue unos minutos más tarde, cuando apoyó el auricular y el pie, ambos al unísono, y él no sintió el suave cosquilleo de la alfombra. Había un trozo de papel en suelo, una especie de lija bajo la planta de su pie y no aquella suave lana. Levantó el pie mecánicamente e intentó deshacerse de aquella cosa pegajosa y molesta como una mosca. ¿Estaba soñando? No, no, estaba despierto. ¿Rosa? Se habría levantado antes. Landero se sentó en la cama apoyando los pies en el suelo. Sentía el frío del mármol «le habrá dado por lavarla o cambiarla». Si Rosa lavaba una alfombrilla ponía otra, por eso tenían tantos juegos de alfombrillas, una manía que a él no le molestaba lo más mínimo y a la cual se había acostumbrado a lo largo de los años. Miró la pantalla del despertador para cerciorarse de que era jueves. Jueves. Rosa tiene clase los jueves por la mañana. Eran las 6:30 «¿tan temprano?» Aguzó el oído, silencio. Aguzó la memoria, nada. No me dijo que hoy tenía algo «estoy cansado y aún no he comenzado el día, como quien dice, vamos bien, bien, bien». Mejor levantarse y un café «un café, sí, un café». Las pantuflas tampoco estaban en su sitio. Rosa... Landero al levantarse sintió un pequeño dolor en la espalda, nada importante. Le esperaban, más le valdría darse prisa. Algo le desconcertaba en el aire.
- ¡Rosa!- gritó
Libertad y creatividad
En los cines sus películas no duraban más de una semana. Pero alguien tenía una cinta de video que no era de muy buena calidad pero que le había dejado alguien que conocía a no sé quién. En la espaciosa casa del novio rico de una amiga de entonces, se organizó la visión de la película. Nos desternillábamos y respirábamos aliviados porque finalmente había un aire fresco de absoluta creatividad delirante en el cine y español. Y lo hacíamos sin palomitas. era la época en la que las patatas asadas con aceite, sal y pimienta sabían a gloria infinita.
El corto: La concejala antropófaga
Y la entrevista con Diego Galán:
Leones en la cocina 2
La torre de los dos molinos era blanca, de un blanco liso y bien pintado que se evidenciaba hoy más que otras veces contra el cielo de plomo, como si el blanco quisiera gritar. Desde allí hasta el mar yacían los leones. Los cadáveres parecían niños gigantes vestidos con el mismo abrigo, una especie de uniforme de un lejano colegio, un abrigo de esos que llevan capucha con pelo sintético marrón y que se mueve
con el viento. Leones feroces abandonados en una playa como niños desdichados. El crimen, el horror era así, simplemente había que aceptarlo. Algunos policías jóvenes vomitaban en el mar; otros no habían alcanzado la orilla a tiempo. El olor era nauseabundo. Después de unos años aprenderían a guardar silencio, como él, guardar silencio para afuera «para adentro no te callas, ¿eh?, Landerito, Landerito».
Si bien el paisaje y el olor, aquel olor a podrido profundo y empalagoso le provocaban un rechazo visceral, no podía evitar que la mirada se le clavara en algún punto incierto en el que chocaba con uno de tantos cadáveres. Miraba hacia abajo y allí estaban los cientos cincuenta cadáveres y la alfombra y el papel enganchado a su pie y Rosa. Todo a la vez. Todo en el mismo día. Nada tenía sentido, era la única conclusión posible. «¿Acaso algo tiene sentido?»
Cuanto le había cambiado la vida en tan poco tiempo. Hoy todo era un sinsentido: Rosa dejaba una escueta nota en un post-it y él se encontraba con los cadáveres de ciento
cincuenta leones «macho, apaga y vamonos...» Esa misma mañana al coger el teléfono para atender una llamada que había sido precisamente ésta en la que requerían su presencia, había empezado algo diferente. «Macho, estás fino: algo diferente, algo diferente…»
Leones en la cocina 1
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-¿Y cómo habrán llegado hasta aquí?
Efectivamente, eso fue lo primero que se preguntó el subcomisario Landero cuando llegó al lugar de los sucesos. El paisaje no podía ser más desolador, el día no podía ser más desolador y para colmo, él se sentía solo y abandonado, desolado. «Desolador», no cansaba de repetírselo. No, no en sentido figurativo.
Uno, dos y tres. «No, no me da para llegar hasta diez». Hay días en los que Dios se debe de despertar furioso. «O le da por dormir más y el Diablo se aprovecha»
Landero no había visto algo así en su vida, ni él ni ninguna de las personas que estaban presenciando aquel espantoso espectáculo. « Hasta la vida que viene no me toca otro así, ¿eh?, a ver si Tú te lo apuntas».
Ser subinspector de policía en un pequeño pueblo de un municipio reducido conllevaba una cierta tranquilidad «hasta que se rompe» de crímenes de escala
reducida. A veces puede haber alguno un poco más estridente «como el de la mafia rusa, el de hace cuatro años, ¿cuatro?, sí, bueno, cuatro y medio» que resalta no tanto por sus características sino por el contraste con la monotonía acostumbrada.
Uno, dos, tres. «Respira y cuenta Antonio Landero, respira y cuenta» Uno, para empezar aquello se llevaba la palma «y el Oscar y lo que sea, macho» Dos…« no dejes de respirar macho, aplícate, aplícate» tres… «Vaya día».
«Bueno, Landero, deja de divagar» se dijo acomodándose las gafas de sol y esperando que le protegieran aquel panorama. Frente al subinspector Landero había un cielo
añil oscurecido, nubes grises, viento, mucho viento, un aire frío que le corría por dentro y en la blanca torre, una mancha enorme de sangre. Bajo la torre… bajo la torre estaba lo demás. La playa discurría blanca y fina hasta el mar plateado. Sobre la arena, cientos de cadáveres. No uno, ni dos, ni tampoco tres; sino, cientos. ¿Cientos? Sin lugar a dudas, muchos. Hasta que oyó que alguien los contaba. Uno. Dos. Tres. Empezó a escuchar los números a partir de cuarenta y cinco, como si antes le hubieran pasado desapercibidos «no, desapercibidos, no, sólo es que…» y siguió prestando atención, con el corazón que golpeaba al ritmo de cada nueva cifra.
En un día como éste había ciento cincuenta cadáveres de ciento cincuenta leones sobre la playa frente a la torre de los dos molinos que se arraigaba encima de una colina rala. Los contó, necesitaba cerciorarse. Los repasó varias veces, tantas como razones. Causas y números. Debería existir alguna explicación para el horror. «Y si no la encuentro…»
Frente al subinspector Landero, frente a la colina yerma, bajo la torre medieval con dos molinos de viento «una verdadera atracción turística y arquitectónica que contamos como única en este pueblo, pueblo sí, sí, ¿qué dirán ahora?, ¿tendré que irme a otro sitio?» estaba aquel espectáculo de otro mundo. ¿Cómo llamarlo, sino? «¿Qué nombre tiene algo como cientos de estos cadáveres sobre una playa de un pueblo desapercibido? Puedo ir a visitar a mi hermana Pilar en Málaga ... preguntarle qué le dicen sus filósofos.» Landero contemplaba la escena y pensaba en otras cosas. «Pues, digo yo que es normal que te pierdas y divagues hoy,macho, justamente hoy, con las que te han caído encima, Landerito, vaya día me cago en todo».
XXII más preguntas y quizá alguna respuesta
Empecemos por negar toda esta aparente sarta de ensoñaciones. Muchas veces se puede llegar a conclusiones interesantes a partir de la negación de algo o de lo evidente.
Enunciado: Soñar no tiene sentido
Contra enunciado: Podemos encontrar situaciones en las que soñar tiene sentido
Desarrollemos brevemente este contraenunciado.
Podemos soñar con un futuro mejor, un trabajo mejor, un objetivo que queremos alcanzar, una relación con una persona de quien nos hemos enamorado. Podemos preguntarnos si hay otras actividades que tengan sentido para nuestros ejemplos. ¿He soñado alguna vez con una situación que se había dado en la realidad de la vigilia y a partir de ello he dado con el sentido de lo que estaba viviendo? ¿He soñado con personas que conozco o que existen y por lo tanto dan un sentido especial a mis sueños? ¿He soñado con una situación real que en la vida diurna me llena de insatisfacción pero que en el sueño aparece con un sentido nuevo y eso me ha llenado inconscientemente de satisfacción y sentido?
Si soñar no tiene sentido, ¿qué lo tiene? Podemos escribir una lista, larga o corta, lo interesante es que sea lo más profunda posible. De esta lista de resultados posibles cómo podemos saber a ciencia cierta que cada elemento tiene precisamente sentido? ¿Todo cuanto existe tiene sentido? ¿En qué porcentaje?
Como acabas de leer en este desarrollo del contra enunciado, ya ves que se trata de cuestionarse una verdad. Esta parte del proceso puede ser infinita, pero nos basta en este libro con los ejemplos dados anteriormente para llegar a la siguiente conclusión:
Si a veces el hecho de soñar puede tener sentido, entonces el primer enunciado no es totalmente cierto.
Matización: Todo cuanto existe puede tener y no tener sentido de por sí y por lo tanto soñar también.
Como estás observando, querido lector, el método socrático nos empuja a un diálogo constante donde escuchamos y somos escuchados (por nosotros mismos o por otros). Se puede continuar hasta encontrar un enunciado que no puede ser matizado.
El hecho de que las cosas tengan lógica no significa que sean verdaderas. Hay otras maneras de averiguar lo que nos llama como verdadero. Podemos hacerlo con nuestro cuerpo. Un simple ejemplo: hazte una pregunta y volviendo siempre a lo mismo:
¿Soñar tiene sentido?
A continuación siéntate, relájate. Haz tres respiraciones profundas. Estira los brazos para que queden perpendiculares a tu cuerpo, a la altura de los hombros. Puedes hacerlo también con las piernas, de pie y ligeramente abiertas. Otorgaremos a cada brazo o pierna un valor determinado, puedes cambiarlo a tu gusto, pero por ejemplo:
Brazo derecho o pierna derecha: Soñar NO tiene sentido.
Brazo izquierdo o pierna izquierda: Soñar SÍ tiene sentido.
En tus frases es necesario que incluyas el sí o el no.
Coloca cada frase en cada brazo o en cada pierna, imagina que las “pones” allí. Imagina cómo ocupan tu brazo o pierna, cada “sí” y cada “no” corren por las venas de cada miembro. A continuación vamos a comenzar a dar indicaciones a nuestro cuerpo:
1. En primer lugar le dirás que vas a hacer una pregunta para que tus brazos, o piernas, contesten, que cada uno representa una afirmación y una negación a tal pregunta y que el que pese más será la respuesta.
2. Respira una vez más, necesitamos estar relajados para escuchar nuestra voz interior, el canal de expresión de nuestra intuición.
3. Cierra los ojos, extiende los brazos o ponte recto para sentir tus piernas separándolas ligeramente.
4. Haz tu pregunta y mantenla mentalmente.
5. Haz silencio, sólo espera y mantente atento a lo que sucede en tu cuerpo.
6. Has de esperar hasta notar que un la parte de tu cuerpo implicada se manifiesta más claramente; el movimiento del cuerpo no es veloz y si estuvieras tenso, menos aún.